Nueva York rindió homenaje este viernes a uno de los dos jóvenes policías asesinados hace una semana en un tiroteo en Harlem, símbolo del aumento de la violencia en la megalópolis que su nuevo alcalde, Eric Adams, quiere frenar con una política más represiva.
Miles de personas, la mayoría de ellas policías uniformados venidos de todo el país, se agolpaban frente a la Catedral de San Patricio y a lo largo de cerca de dos kilómetros en la 5ª Avenida de Manhattan, bajo el aguanieve persistente, preludio de la fuerte tormenta anunciada para este fin de semana.
Ante funcionarios, familiares y policías que asistieron a la misa en inglés y español por Jason Rivera, un dominicano de 22 años, el alcalde Adams elogió la memoria de un “héroe”.
Colegas del policía que murió salieron a las calles para homenajearlo
“Su hermano fue un héroe”, dijo este ex capitán de la policía de Nueva York en un ambiente embargado por la emoción.
Al término de la misa, el silencio colmó la habitualmente bulliciosa 5ª Avenida al paso del furgón con el féretro del joven policía de origen latino –como más del 30% de 35.000 uniformados de Nueva York–, que lo trasladaba al cementerio para ser inhumado.
Es un día “muy triste, triste por él, por su familia”, dijo a la AFP un policía negro que no quiso dar su nombre y que aseguró que “lamentablemente no será el último”.
“Me duele, era mi amigo, nos graduamos al mismo tiempo, no quiero hablar de eso”, confesó en español una policía de origen mexicano que tampoco quiso revelar su nombre, como todos los entrevistados.
Rivera fue asesinado el 21 de enero por un hombre de 47 años al acudir a una vivienda en Harlem a raíz de una llamada por una disputa familiar violenta.
El tirador murió el lunes a causa de las heridas sufridas, y un segundo policía, Wilbert Mora, de 27 años, sucumbió también a las suyas el martes.
La muerte violenta de estos dos jóvenes policías ejerce presión sobre el nuevo alcalde Eric Adams, un ex capitán de policía de Nueva York y no hace más que añadir descontento y frustración entre la policía.
“Es el momento más difícil en mis más de 20 años de carrera”, confesó a la AFP un sargento que pidió que no se cite su nombre. “Los ánimos están por el piso y mucha gente está pensando en jubilarse o incluso en irse de la policía”, dijo, frustrado por las “nuevas leyes restrictivas y las reglas internas”.