El sumo pontífice pretendía con su viaje a Chipre centrarse una vez más en la cuestión de la migración, un reto considerable en la isla y en la región, con el contexto de las tensiones que este tema provoca en la Unión Europea. En un discurso sin rodeos, el jefe de la Iglesia católica volvió a advertir al continente europeo contra los «muros del miedo» y los «intereses nacionalistas».
Más de 200 personas, la mayoría migrantes y refugiados, asistieron en la tarde del viernes 3 de diciembre a una misa en la iglesia neoromana de Santa Cruz, presidida por el papa Francisco, en el segundo día de su visita a Chipre.
Entre ellas se encontraban personas diversas nacionalidades: sirios, cameruneses, congoleños, filipinos, libaneses, todos se reunieron en la iglesia donde el Papa dirigió una oración ecuménica.
El pontífice argentino -que procede él mismo de una familia de migrantes italianos y que nunca ha dejado de abogar por acoger a los «hermanos», independientemente de su religión o de su condición de refugiados o migrantes económicos- optó, antes de iniciar la ceremonia, por dejar su discurso oficial de lado y lanzarse en una fuerte carga contra quienes convierten la ruta de los migrantes en un viaje a menudo trágico.
Con información de France 24.