En su tiempo, John D. Rockefeller era el hombre más rico del mundo. Su fortuna era colosal; sus recursos parecían ilimitados. En el curso de una conversación, alguien le preguntó: “¿Cuánto dinero se necesita para tener suficiente?”.
El señor Rockefeller respondió con ironía: “¡Solo un poquito más!”.
Él sabía que en el fondo del corazón humano está el deseo de poseer cada vez más.
Efectivamente, en nosotros hay tres tendencias bien arraigadas:
– el deseo de poseer, que nos hace desear sin cesar lo que no tenemos;
– la envidia, que nos lleva a compararnos con los demás y a querer lo que el otro posee;
– el egoísmo, que no nos permite compartir lo que tenemos con los que tienen menos que nosotros.
Cuando esas malas inclinaciones obran, el dinero se convierte en un dios que gobierna nuestras vidas. Tratar de poseer más y disfrutar al máximo de la vida en la tierra es en realidad el programa del hombre que no tiene a Dios y siempre está insatisfecho. Pero los creyentes que desean vivir para el Señor deben recordar que todo lo que tenemos le pertenece.
Un día el Señor nos preguntará si fuimos administradores fieles de todo lo que él puso en nuestras manos (Lucas 19:15).
El apóstol Pablo escribió desde la cárcel: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11). ¿Y nosotros?
1 Crónicas 17 – Lucas 14 – Salmo 90:7-12 – Proverbios 20:23-24