En la Biblia, como en el lenguaje corriente, a veces el viento es una imagen de la inutilidad de las cosas. El patriarca Job, quien perdió a sus hijos y todos sus bienes, respondió así a sus amigos que lo acusaban, en vez de consolarlo: “¿Tendrán fin las palabras vacías (o de viento)?” (Job 16:3). ¡Cuántas veces nosotros también pronunciamos palabras que se lleva el viento, sin producir un efecto positivo!
Entre las grandes actividades del hombre, ¡cuántas solo producen un resultado pasajero! “¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano?”, dice Eclesiastés (cap. 5:16), quien repite esta triste frase: “¡He aquí que el todo es vanidad y correr tras el viento!” (cap. 1:14, V.M.). ¿Por qué no buscar valores más seguros?
La Biblia nos habla de lo que es estable, de lo que permanece:
– La Palabra de Dios: “Sécase la hierba, marchítase la flor”, este es el resultado de todo lo que el hombre piense o haga en la tierra. “Mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8; ver Marcos 13:31). Ni una jota, ni una sola letra de esta palabra desaparecerá, todo se cumplirá, dice el Señor. Él es el garante (Mateo 5:18). Sentado en su trono en el cielo dijo a Juan: “Estas palabras son fieles y verdaderas” (Apocalipsis 21:5).
– Su justicia: “Su justicia permanece para siempre” (Salmo 111:3).
– Su verdad: “La verdad del Señor permanece para siempre” (Salmo 117:2, V.M.).
– Su bondad: “Alabad al Señor de los señores, porque para siempre es su misericordia” (Salmo 136:3).(mañana continuará)
2 Reyes 17:1-23 – Efesios 4:17-32 – Salmo 71:12-18 – Proverbios 17:13-14