El mundo andino sufre una convulsión sociopolítica de grandes magnitudes. En Colombia no cesan los disturbios, marchas y bloqueos. Los sectores progresistas chilenos han tenido una contundente victoria en la convención nacional que redactará una nueva Constitución. Perú, por su parte, estrena un líder popular e izquierdista que tiene probabilidades de ganar las presidenciales en segunda vuelta el próximo mes. Ni hablar de la vuelta del indigenismo al poder en Bolivia o del Ecuador, donde el correísmo es la principal fuerza parlamentaria y el movimiento indígena viene de ganar una fuerte batalla en 2019 contra el expresidente Lenín Moreno.
No es casual que esto esté ocurriendo en la región andina. En ella, los cambios suelen darse de una manera mas lenta, más madurada y organizada, menos espontánea. La forma de colonización en los países andinos, empezando por Perú, se dio de una manera mucho más cauterizada en tanto se decapitó la cúspide de la pirámide social, pero las mayorías indígenas –a diferencia de Brasil, Argentina y Venezuela– se mantuvieron, aunque excluidas, con escasas posibilidades de ascenso o conquistas sociales.
En Chile, Perú y Colombia costó mucho hacer cambios durante la oleada progresista que reverberó a comienzos de siglo XXI en América Latina. Pero ya en la tercera década, la revuelta popular emerge con fuerza en todo el pacífico suramericano. En esos procesos, el indigenismo está marcando pauta, desde la Minga, y su participación en las protestas de Cali, hasta los mapuches, que entran por la puerta grande a la Convención Constituyente. Cortesía