LeBron James ha regresado de un esguince severo de tobillo, quedándose con un palmo de narices al no conectar el triple final y perder contra los Kings en el Staples, y lo ha hecho sabiendo que su final como jugador, uno de los mejores de la historia y el mejor de su generación, ya no está tan lejos.
El de Akron fue muy sincero a preguntas de los periodistas en lo que respecta a su condición física: «Sé que volver al 100% es imposible. Ya no voy a volver a estar el 100% en lo que me queda de carrera. Pero, al volver, me sentí cómodo sabiendo que podía ayudar a mi equipo a ganar».
LeBron James ha soportado durante muchos años, 18 de carrera y 36 de edad, el peso de tener que estar en la cancha mucho más que otros para ayudar a sus equipos, Cavaliers, Heat y Lakers. El genio está sufriendo ya en esta campaña algo más de lo normal, según admitía antes de este nuevo percance.
Hay que añadir como apunte, no sólo de su grandeza sino de su dureza, que esta lesión de tobillo es sólo una de las dos que le han obligado a parar durante un periodo sustancial de tiempo en los casi veinte años que lleva siendo un referente del baloncesto. Se gasta una millonada en ponerse a punto.
«Estoy feliz al jugar. Estar fuera ha sido horrible, honestamente», añadía LeBron, aludiendo al hecho de verse de baja en un momento difícil para sus Lakers.
El poderoso renovó el pasado invierno por dos años más, llegando su contrato hasta 2023. Uno de sus objetivos, además de conseguir más campeonatos y acercarse al legado anotador de Kareem y al legado cultural de Jordan, es jugar junto a su hijo Bronny en la NBA, un hito que coronaría su vida profesional y personal.
