La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha catalogado en su célebre Lista Roja más de 30.000 especies que se encuentran en peligro de extinción actualmente. Esa cantidad va en aumento cada día hasta englobar a un 11% de las aves, el 20% de los reptiles, el 34% de los peces y una cuarta parte de todos los anfibios y mamíferos conocidos. La protección que los países otorgan a cada una de estas especies amenazadas es demasiado variable y permite lagunas legales que no ayudan a una adecuada conservación de la rica biodiversidad de nuestro planeta. Esta débil protección no solamente es muy diferente entre países, también existen grandes desigualdades entre las propias especies.
Determinados animales han conseguido la suficiente notoriedad y popularidad para ser considerados como “especies bandera”, lo que les favorece y permite algo más de protección. Las restricciones sobre especies como por ejemplo el lince, el gorila, las ballenas azules o el tigre de bengala son mucho mayores gracias a que estos animales se han convertido en un símbolo de la conservación. Sin embargo, existen infinidad de especies que no gozan de ese protagonismo y, a pesar de que están igualmente amenazadas por la extinción, su cobertura en muchos casos es tan escasa que suelen terminar en la cocina de muchos restaurantes.
Hace tan solo unos días, Nature Communication ha publicado un preocupante estudio que analiza las especies marinas, sobre todo peces, que a pesar de estar consideradas como especies amenazadas pueden capturarse legalmente y sin problemas en la industria pesquera. Para determinar la magnitud y el alcance de este problema, investigadores de la Universidad australiana de Queensland ha estado analizando los datos de captura e importación de las pesquerías mundiales y han encontrado evidencias de capturas de más de cien especies amenazadas a nivel mundial.
Los resultados de este estudio son notables y registran la pesca habitual de hasta 92 especies marinas catalogadas como en peligro de extinción, y 11 especies de peces y mariscos en peligro crítico. Otro dato inquietante es que la pesca industrial sobre 73 de estas especies, representa casi totalmente el volumen y el valor de captura de todas las especies amenazadas del planeta. Es decir, de todas las especies en peligro de extinción que se cazan en el planeta, el 99% son especies marinas capturadas por la industria pesquera.
Los datos son aún más preocupantes puesto que los propios investigadores advierten que los resultados “son solo una estimación muy conservadora de la captura y el comercio puesto que solo consideran datos a nivel de especie, y además excluyen registros de grupo como tiburones y rayas”.
El estudio reconoce que se ha invertido una gran cantidad de recursos de conservación y legislación pesquera para intentar reducir el impacto de la pesca industrial, sobre todo en especies carismáticas, como delfines, tortugas o aves marinas. Sin embargo, determinadas poblaciones de peces e invertebrados amenazados no poseen esa protección y se permite su pesca, independientemente del estado de conservación global de la especie. Este estudio advierte que la desaparición local o funcional de determinadas especies, como la totoaba en México, el esturión en Europa o el abulón blanco en California, son un ejemplo claro de lo que puede suceder a nivel global con especies que apenas gozan de protección.
La pesca, ya sea industrial, selectiva o particular, se ha convertido en la principal causa directa de la pérdida de biodiversidad en el planeta con 80 millones de toneladas de animales marinos extraídos del océano anualmente para su consumo. Del escaso atún rojo hasta las ballenas que algunos países siguen cazando, pasando por pulpos, aletas de tiburón o alevines, la captura de especies en peligro de extinción se suma el grave y evidente problema de sobrepesca mundial que está esquilmando los cada vez más pobres recursos marinos.
¿Qué se puede hacer? Los investigadores no solo apuntan y evidencian el problema, sino que también se animan a dejar algunas soluciones, como la de cambiar nuestros hábitos e incluso cambiar nuestras recetas… Su recomendación es sencilla y directa: Reemplazar el pescado en los menús de comida para llevar con otras criaturas del océano podría salvar especies amenazadas. ¿Qué tal medusa con patatas fritas? Es una pregunta que debería leerse de manera general y empezar a pensar en otras especies, abundantes y poco explotadas, que pudieran ayudar a salvar las que están en peligro. Piscifactorías, regulaciones mucho más estrictas, años de barbecho en determinadas especies… las medidas que debemos tomar aún tienen solución.
Dos de las investigadoras responsables del estudio han abierto incluso una web con una “guía de productos del mar sostenibles” diseñada para ofrecer opciones comestibles alternativas a los peces en peligro de extinción, como las medusas, que son comunes en todo el mundo. Para animar a seguir en esta senda, incluyen también una guía con restaurantes que ya siguen estas reglas de sostenibilidad en Australia.
No sé qué sabor tienen las medusas, quizá no sea demasiado diferente a un pulpo algo más blandito. La idea resulta exótica pero el futuro no se presenta nada optimista y debemos empezar a vigilar, con mucha más atención, qué especies marinas son sostenibles para un mundo en constante crecimiento.