El mundo perdió más de dos tercios de los vertebrados en menos de 50 años y las zonas tropicales de América del Sur y Central son las más afectadas con un desplome del 94%, según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que dibuja un panorama negro de consecuencias potencialmente nefastas para el hombre.
La actividad humana que genera la sociedad de consumo degradó además tres cuartas partes de las tierras y el 40% de los océanos. En concreto, la deforestación y la expansión agrícola son claves para explicar la desaparición del 68% de los vertebrados entre 1970 y 2016, indica la 13ª edición del Índice Planeta Vivo que se publicará mañana.
El informe, elaborado cada dos años por WWF International en colaboración con la Zoological Society de Londres, alerta además del riesgo de futuras pandemias, a medida que el hombre extiende su presencia y entra en contacto con animales salvajes.
«Durante 30 años, hemos estado siguiendo esta caída (de la biodiversidad), que se acelera. Seguimos yendo en la dirección equivocada», dijo el director general de WWF, Marco Lambertini.
«En 2016, documentamos una disminución del 60%, ahora de 70%», un lapso que representa «un abrir y cerrar de ojos comparado con los millones de años que llevan viviendo muchas especies en el planeta», afirmó Lambertini.
La principal causa de esta pérdida de biodiversidad es la modificación de las tierras, especialmente cuando la industria convierte los bosques en granjas o explotaciones agrícolas, destruyendo el hábitat de los animales salvajes. A ello, se suman las especies invasivas y la contaminación.
En total, un tercio de la superficie terrestre y tres cuartas partes de los recursos de agua dulce se dedican ahora a producir alimentos. En los océanos, el 75% de las reservas de peces también están sobreexplotadas.
Aunque global, este fenómeno es más agudo en determinadas regiones.
Así, en las zonas tropicales de América Central y del Sur, la pérdida es casi absoluta, del 94%, especialmente para los anfibios, reptiles y peces, debido a un «cóctel» de factores, como la sobreexplotación y el desarrollo de la energía hidroeléctrica, que «impacta de forma severa las poblaciones» de peces, y se prevé suponga «una mayor amenaza en el futuro».
El Índice advierte además de que la enfermedad es el principal peligro para los anfibios. Por ejemplo, en Panamá el hongo responsable de la quitridiomicosis (una enfermedad infecciosa) causó una «mortalidad masiva», provocando la desaparición de 30 especies.
«Es abrumador. Un indicador de nuestro impacto sobre la naturaleza», dijo Lambertini.
El nuevo Índice se publica a la par con un estudio elaborado por más de 40 instituciones académicas y ONG, que enumera las maneras de frenar y revertir las pérdidas provocadas por el consumo humano.
La investigación, publicada en la revista Nature, sostiene que reducir el derroche alimentario y favorecer dietas más sanas y más favorables para el medioambiente podría «doblegar la curva» de esta degradación.
Si se combinara con un esfuerzo radical de conservación, estas medidas podrían evitar más de dos terceras partes de las futuras pérdidas de biodiversidad, indicaron sus autores.
«Debemos actuar ahora. El ritmo de recuperación es generalmente mucho más lento que» las pérdidas, indicó David Leclere, autor principal del estudio e investigador en el International Institute of Applied System Analysis, de Austria .
«Si nos demoramos, habrá más pérdidas y se tardará décadas en recuperarlas», afirmó Leclere, admitiendo que algunas serán «irreversibles», si la especie se extingue, por ejemplo.
Lambertini explicó que, así como sobre el cambio climático , las sociedades están cada vez más sensibilizadas sobre el vínculo entre el estado del planeta y la salud humana.
«Antes, la gente estaba triste por la degradación de la naturaleza, ahora empieza a preocuparse».
«Todavía tenemos el deber moral de coexistir con la vida en el planeta, pero ahora también se tienen en cuenta los impactos en nuestra sociedad, nuestra economía y desde luego, nuestra salud», agregó.