Nada de lo que se conoce hasta ahora sobre el Covid-19 puede ser escrito sobre piedra.
La más reciente polémica sobre el coronavirus estalló con la publicación de un estudio que señaló que las personas que miden más de 1,82 metros son más propensos a infectarse.
Evan Kontopantelis, profesor de la Universidad de Manchester, dijo que la transmisión por gotículas que caen no es el único mecanismo de transmisión sino que el contagio por aerosol también es posible al explicar los resultados de su investigación sobre las variables de altura y diagnóstico del peligroso virus.
Esa hipótesis no causa mayor polémica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya aceptó la posibilidad de que el Covid-19 también se transmite por el aire.
Lo que elevó objeciones de la comunidad científica fue el establecimiento de una relación entre la estatura y el riesgo, alegando que el estudio no comprueba que la gente se enferma más por ser alta.
La organización de verificación de datos británica Full Fact alertó que esa aseveración es prematura e incorrecta.
Explicó que el estudio analizó encuestas realizadas a 2.000 personas en Estados Unidos y Gran Bretaña. Los entrevistados respondieron varias preguntas que incluían si habían sido diagnosticados con Covid-19 y si su estatura era mayor o menor a los 1,82 metros (seis pies).
Los resultados arrojaron que el 11% de los hombres de más de 1,82 metros en Gran Bretaña habían resultado positivos a la prueba para detectar SARS-CoV-2, frente al 5% de los hombres más bajos.
Kontopantelis defendió sus hallazgos al ser interpelado por Full Fact. Para el investigador la diferencia entre los resultados es suficientemente amplia como para descartar que las cifras fueran producto del azar.
Pero Full Fact insiste en que los resultados no son fiables y no pueden asegurar que ser alto aumenta el riesgo al Covid-19. Y sugiere que pudieran existir otros factores en el estilo de vida de los hombres altos que podría explicar una mayor exposición al virus, en vez de la altura en sí misma.
La mayor contradicción de los resultados es que los hombres en Estados Unidos encuestados para el estudio resultaron tener menos propensión a contagiarse.
El profesor emérito de estadísticas aplicadas de The Open University, Kevin McConway, dijo en un comunicado a Science Media Center: «El hecho de que la asociación toma caminos opuestos en ambos países me hace pensar que probablemente no tenga una base biológica si realmente existe y si no es simplemente una casualidad».
Los verificadores insistieron en que el trabajo objetado es un borrador de una investigación científica y no un trabajo final. También apuntaron que no existe manera de verificar si los datos son ciertos porque no se trató de una observación directa de los sujetos estudiados sino de sus respuestas en una encuesta.
La ciencia y los nuevos tiempos
¿Pero un borrador o pre-print científico significa que necesariamente que no es de fiar?
Cuando la revistas científicas impresas monopolizaban la información científica, un artículo podía pasar meses y hasta años antes de ver la luz de la publicación. Eso frustraba y obstaculizaba el trabajo de los científicos, quienes tenían que dar un alto a su trabajo para que fuera revisado por sus colegas y aceptado como un producto válido de la ciencia.
En el mejor de los casos, el manuscrito era revisado y comentado por dos o tres investigadores antes de la publicación. Esto, sin duda, respaldaba la calidad del trabajo.
Con los borradores que son publicados por internet, un mayor número de investigadores pueden conocer las líneas de trabajo de otros científicos en caliente. Estas miradas pueden señalar errores y fallas que pueden ser corregidos antes de iniciar el largo proceso de la publicación. También otros equipos pueden sugerir la existencia de trabajos similares para respaldar o dar más argumentos a las hipótesis o construir alianzas para publicar de manera conjunta y tener una mayor impacto.
El lado negativo es que cuando esos datos crudos llegan al público masivo mediante los medios digitales es posible que sean tergiversados o interpretados erróneamente.
Quizá eso fue lo que ocurrió con la investigación del profesor Kontopantelis, quien aclaró a Full Fact que no esperaba que la estatura fuese un factor de riesgo, sino una variable a ser tomada en cuenta como otra características personales como la ocupación.
El estudio cuestionado enfatizó aspectos que cobran cada vez mayor fuerza, como el hecho de que el distanciamiento social es importante para evitar la transmisión por gotículas de la tos o los estornudos, pero la mascarilla es tan o más efectiva como una medida de prevención tanto de gotículas como de aerosoles.
El mensaje más importante es que todos, los altos y los bajitos, debemos protegernos. Los aerosoles son una amenaza porque se acumulan en los lugares poco ventilados y son transportados por las corrientes de aire. Mientras que las gotículas, que son más grandes y pesadas, también son peligrosas aunque viajan una distancia más corta al ser expulsadas por la nariz o la boca antes de caer.