Lejía, amoniaco, vinagre, bicarbonato, alcohol, desatascadores, antigrasa… Combinar estos productos o usarlos mal es peligroso
GABRIELA MAESTRE 19/12/2019 17:00 | Actualizado a 19/12/2019 19:16
Cuando hacemos limpieza a fondo siempre buscamos que todo quede brillante y desinfectado . Para intentar conseguir este resultado perfecto, se nos puede pasar por la cabeza mezclar varios productos de limpieza. Pero esto es muy mala idea en la mayoría de los casos, ya que puede acabar afectando a los resultados y, sobre todo, a nuestra salud.
Casi todos los productos de limpieza que tenemos por casa están diseñados para un fin muy concreto. De hecho, solemos comprarlos porque nos lo han recomendado o porque hemos visto un anuncio donde dicen que es muy buen desengrasante o elimina completamente la cal. Esto significa una cosa: ya hay un producto adecuado para cada tarea. No deberíamos sentir la necesidad de mezclar varios.
Además, este empeño en mejorar las propiedades de estas sustancias puede tener justo el resultado contrario: algunas mezclas desactivan el efecto desinfectante o limpiador. Aun así, debe preocuparnos mucho más la frecuencia con la que estas combinaciones acaban en una intoxicación. Los estos efectos secundarios son inherentes a los productos de limpieza, pero cuando juntamos dos de distinto espectro químico, se potencian.
De hecho, combinar productos de limpieza puede originar quemaduras en la piel, irritación en los ojos, la inhalación de gases tóxicos que deriven en problemas respiratorios, diarreas y dolor abdominal, dolores de cabeza y, en casos graves de intoxicación, incluso la muerte.
Atentos a las etiquetas
Este tipo de información viene indicada en la etiqueta. Los fabricantes suelen dejar constancia de cuáles son las instrucciones de uso de cada uno de los productos y las precauciones básicas que se deben tomar. Pero debemos admitir que gran parte del problema es que prácticamente nunca leemos esas indicaciones. Por ello, la primera recomendación de seguridad que debemos empezar a aplicar para evitar problemas es informarnos correctamente, porque estas indicaciones existen por algún motivo.
Además, no podemos olvidar otros consejos prácticos que pueden ayudarnos a evitar intoxicaciones u otros problemas de salud derivados de los productos químicos. Uno básico es ventilar la casa mientras se está limpiando, para evitar la concentración de gases en el aire, y utilizar guantes para proteger nuestra piel de posibles quemaduras o abrasiones.
La lejía
Pero lo más importante, sin duda, es tener bien claro qué productos no deberían mezclarse nunca, aunque se haga con frecuencia. La lejía es una candidata especialmente problemática en este sentido. Creemos que funciona bien sobre y para cualquier cosa. Pero solo desinfecta y es un blanqueante muy potente. Para usarla correctamente, bastaría con diluirla, sin pasarnos de la concentración recomendada, y dejarla actuar también durante el tiempo señalado sobre una superficie previamente lavada y húmeda. Pero no siempre la utilizamos así.
Aunque las instrucciones cambien en función de la marca que compremos, lo que no varía son los efectos que puede tener una exposición prolongada al cloro si no respetamos las concentraciones y el tiempo de aplicación recomendado. Es decir, si hacemos un mal uso.
Otro mal uso es mezclarla con otros productos. Una de las combinaciones más peligrosas es, sin duda, la formada por la lejía y el amoniaco. La mezcla de las dos sustancias provoca un gas llamado cloramina; es altamente tóxico, causa irritación, quemaduras y puede llegar a ser letal por los daños que causa en el aparato respiratorio.
Y no es mejor idea juntar la lejía con alcohol. La reacción de ambas sustancias puede formar compuestos cáusticos, como ácido clorhídrico o cloroformo.
El vinagre
Estos posibles resultados adversos también debemos tenerlos en cuenta cuando usamos en la limpieza remedios caseros o productos de uso cotidiano como el vinagre. Quizá no lo consideremos tóxico pero, aunque no sea tan peligroso como otros químicos, mezclado con agua oxigenada puede causar molestias e incluso dañar, piel, ojos y sistema respiratorio.
Tampoco es recomendable echarle bicarbonato de sodio al vinagre. En primer lugar, porque es un buen ejemplo de efecto limpiador desactivado; la solución resultante ya no será útil. Y en segundo lugar, por la reacción química que se crea. De hecho, estos dos productos se mezclan en experimentos infantiles que simulan la erupción de un volcán, y si los mezclamos y almacenamos en un recipiente cerrado, pueden explotar.
Y, claro está, si combinamos lejía y vinagre el resultado no será mucho más saludable. Los vapores tóxicos que se desprenden pueden provocar quemaduras en los ojos y los pulmones.
Los desatascadores
También nos evitaremos muchos problemas si no combinamos distintos tipos de líquidos desatascadores. El principio activo de los desatascadores no es el mismo en todos los productos y se encuentra en dosis muy altas porque debe funcionar sin que nosotros lo apliquemos con una bayeta o estropajo. Utilizar varios en un intento de potenciar su efecto puede crear reacciones y, por ejemplo, gas cloro, que al inhalarlo produce asfixia.
Lo ideal es prevenir este tipo de accidentes, pero si por error o desconocimiento uno teme haberse intoxicado, el Instituto Nacional de Toxicología ofrece algunos consejos sobre el procedimiento a seguir. Por ejemplo, si se produce una intoxicación por inhalar vapores, se recomienda trasladar a la persona afectada a una zona bien ventilada, mantenerla hidratada y, por supuesto, buscar asistencia sanitaria.
Algunos síntomas que pueden darnos pistas de intoxicación son confusión, dolor abdominal, naúseas y vómitos, labios morados, dificultad para respirar, visión doble, dolor de cabeza, palpitaciones, diarrea… Y, sin duda, la mejor solución para evitarlos es no mezclar productos sin saber con seguridad qué estamos haciendo.