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Sin dinero ni internet en casa, madres salieron a buscar WiFi en la calle para la tarea de sus hijos

Para que su hijo pudiera concluir el primer grado de primaria, Rosa tuvo que salir a diario del cuarto que renta en La Raza para buscar la antena de internet gratuito de la Ciudad de México más cercana. Solo ahí su teléfono celular podía recibir los mensajes que las maestras enviaban todos los días con tareas y mandar fotografías de los trabajos que el niño realizaba.

Desde que inició el confinamiento por la pandemia de COVID-19, la economía de su familia se vio afectada. De por sí tenía que aprovechar al máximo el salario de su marido, de 300 pesos diarios, para pagar la renta de 540 pesos a la semana por el cuarto que ocupan y la comida para ellos dos y su hijo de seis años.

Pero por la pandemia redujeron la jornada de trabajo de su esposo a solo dos días por semana y su salario a 200 pesos y para pagar los gastos de su familia, Rosa empezó a lavar ropa de sus vecinos, aunque lo que gana apenas y cubre lo necesario para vivir de forma austera, por lo que tener una computadora e internet es un lujo que no puede darse.

“Apenas hay para comer. No hay para celular, ni para saldo, mucho menos para datos. Lo que hacíamos para poder enviar las tareas era ir a buscar uno de los postes de internet gratuito para mandar los trabajos, así todos los días”, relató Rosa en entrevista con Animal Político

Hace tres años y medio, esta mujer vivía en las calles. Pero conoció a su actual pareja y se mudó con él al cuarto que rentan. Juan Carlos, su hijo, no vive con ella. Sin embargo, ante el cierre de escuelas por la pandemia y debido a que su padre no puede cuidarlo, se hizo cargo nuevamente de él. Precisamente, durante los meses en los que más apuros económicos ha sufrido. 

Hubo días en los que ni siquiera con el internet público pudo entregar trabajos. “En algún momento tuvimos que subir bastante tarea de un jalón y yo la intenté mandar desde el poste, pero nunca se pudo y fue muy frustrante porque estuve todo el día ahí. Tuve que pedir ayuda con mis vecinos y resultó que era porque los archivos que necesitaba adjuntar eran muy pesados”.

No todos los niños tienen televisión e internet

Rosa nunca estuvo de acuerdo con el sistema de aprendizaje con lecciones en televisión o por internet. “Sentí que era hacer al niño flojo, con ponerlo a ver la tele y ya. Además, sus clases las daban combinadas con las de segundo grado y había muchas cosas que no entendía, pero porque él no había visto nada de eso en la escuela todavía”.

El encierro y el cambio en la rutina han afectado el estado de ánimo de Juan Carlos, lo que ha disminuido su capacidad de aprendizaje, principalmente en materias como inglés, que para su mamá es “muy complicado” porque desconoce completamente el idioma.

“Mi hijo me decía que no sabía qué eran muchas cosas, yo pienso que a lo mejor ya lo había visto, pero como no sé de pronunciación el niño no me entendía. Teníamos que irnos al poste para poder traducir las palabras en Google, y fue así como más o menos fuimos haciendo la tarea”, detalló.

“Eso es algo que las maestras no se ponen a ver, que habemos mamás y casas donde no hay internet, y muchas veces no entendemos cómo hacer las tareas, menos cómo mandarlas. Es muy difícil”, lamentó Rosa.

A pesar de que concluyó el ciclo escolar y ya fue notificada de que Juan Carlos obtuvo calificación aprobatoria en todas sus materias, Rosa continúa preocupada por lo que ocurrirá con la educación de su hijo. No está segura de poder mantener la misma dinámica de clases a distancia y envío de tareas el siguiente año, porque tampoco sabe si podrá conseguir una computadora y conexión a internet.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de Información en los Hogares, elaborada en 2019 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México hay un millón 5,704 hogares con niños de entre 6 y 18 años que no cuentan con televisión, dos millones 724 mil603 que no tienen computadora, laptop ni tablet, y siete millones 891 mil 159 sin servicio de internet.

En la Ciudad de México, de los hogares con menores de edad, 197 mil 197 no cuentan con computadora ni laptop, y 69 mil 19 de estos tampoco tiene acceso a internet, otros 6,573 no tienen televisión.

Ayudar a tu hijo cuando tú no sabes leer 

Para Martha, de 19 años, resulta frustrante ayudar a su hijo Aurelio Rafael, de 5, al hacer las tareas. La pandemia mandó a los niños a su casa, en su caso, una estructura de varillas y lona en la Ciudad de México. Allí viven tres generaciones de poblaciones callejeras: Sergio y Marta, los padres, Martha, la hija y Aurelio Rafael, el nieto. 

Durante el tiempo que Aurelio tuvo clases a distancia debido al cierre de las escuelas, hubo veces en las que Martha no pudo apoyarlo, porque ella misma está aprendiendo a leer. Está cursando secundaria, pero debido a la pandemia tampoco puede ir a sus clases. 

Las calles en las que Martha ha vivido casi desde que nació quedaron vacías por el coronavirus pero ya están regresando a la normalidad. Para ella, aún con la pandemia las preocupaciones son las mismas: vivir al día y que el DIF no se lleve a su hijo. 

A principios de abril llegó un grupo de policías con intención de llevarse al pequeño. “Se me movió el corazón. Llegaron tres mujeres, una poli me empujó, yo me quería escapar con mi hijo”, contó en entrevista con el medio.

Al parecer alguien había puesto una denuncia. Que si el niño podía no ser su hijo. Que si lo estaba maltratando. Que si la calle no es lugar para un pequeño de cinco años.

“Él tiene que estar en un lugar seguro”, me dijeron. “Ya lo sé. ¿Y qué le voy a hacer?”. 

Recordar aquel momento sigue siendo una pesadilla para Martha. “Había muchos policías y no me dejaban ir. Se querían llevar a mi hijo, pero antes muerta. No se lo van a llevar”.

No le dieron ninguna alternativa. A ella le gustaría tener para rentar un cuarto, pero jamás irá a un albergue. Le trae muy malos recuerdos. Hace 10 años ella era la niña a la que querían arrebatar a su madre. De hecho, lo consiguieron. Las autoridades le quitaron la custodia y ella se fue una casa hogar. Duró un año. De ahí la llevaron con su hermana y Martha se escapó porque quería estar con sus papás. 

“Ahora quieren hacer lo mismo con mi hijo. Y no se vale. Yo querría tener un cuarto. Aunque ya me he acostumbrado a vivir así”, señaló. 

Conseguir que Aurelio Rafael siga estudiando ha sido de los grandes quebraderos de cabeza de Martha en los últimos meses. Tiene un celular para que haga las tareas pero a veces no entiende lo que le están pidiendo. Además, agarra internet de la conexión gratuita de la Ciudad de México. “Tengo que tener las tareas en línea, pero ¿cómo le hago sin la conexión no es rápida?”. 

“Apenas estoy aprendiendo a leer. Nadie me ayuda. Mi escuela no me apoya, le marco a mi maestra, pero no me contesta”, lamentó. 

Para ganar algunos pesos, Sergio, el padre de Martha, vende los cartones que recoge por la calle. No cree en el coronavirus y no es el único entre la población en situación de calle. Aquí se extendió la idea de que es un complot del gobierno que quiere quitarse de encima a los más vulnerables. Acostumbrados como están a que nadie les eche una mano y de verdad sean vistos como una molestia para la administración, parece lógico que lleguen a esta lógica perversa. Pero no. El coronavirus existe.  

El reto de no quedarse sin casa (otra vez)

Susana vivió por años en las calles y desde hace algún tiempo logró establecerse en un cuarto rentado, mismo que perdió porque uno de sus hermanos falleció y tuvo que mudarse por unos meses a casa de su madre.

Después se cambió a casa de uno de sus compadres, donde vive actualmente. Su plan no es quedarse ahí. Antes de la pandemia estaba ahorrando para volver a rentar un cuarto, pero por el virus la descansaron en su trabajo. Se quedó sin dinero. 

Esta situación la llevó a volver a salir a trabajar a las calles, contando cuentos y pidiendo dinero en el transporte público para poder comprar la comida para ella y sus dos hijos, Melanie de 7 y Emanuel de 2 años.

El inicio de las clases por internet ocurrió al mismo tiempo en que Susana se quedó sin trabajo. Esto impidió que la niña pudiera completar sus actividades escolares, ya que el único medio que tienen para comunicarse, conectarse a internet, recibir y enviar las tareas es un celular, y cada que sale a trabajar la jefa de familia lo lleva consigo.

“Fue muy complicado atender las clases y mandar las tareas, la verdad mandé pocas. Lo más fácil para mí era tomar fotos a los trabajos de Melanie y mandárselas a la maestra. Pero como las clases eran a la hora que yo estaba trabajando, muchas veces no pudo seguir las lecciones, pero yo no podía salirme de la casa sin el celular”, dijo. 

La preocupación por el rezago en el aprendizaje de su hija es algo que tiene presente, pero para ella es más importante conseguir dinero para seguir pagando los gastos y no tener que volver a las calles, aún si tiene que salir a exponerse en el transporte público en plena pandemia por unas monedas.

“Ahorita ya llevo un rato saliendo a las calles y estoy aprendiendo a cuidarme. Uso cubrebocas y al subir y bajar de los camiones me lavo las manos con gel. No te creas, sí me da miedo contagiarme, pero ni modo, es más mi necesidad. Es más mi miedo de quedarnos sin comer que mi miedo de contagiarme”, expresó.

Para Susana volver a las calles ya no es una opción. “Ya no me siento de ese ambiente, y convivir con mis compañeros de calle ya no me gusta, porque siempre están consumiendo drogas y yo se que por mi bien me tengo que alejar de ellos”, señaló.

Por ello, se mantiene firme en su determinación de seguir ganando dinero como pueda, mientras reabren la fábrica donde le prometieron que conservaría su trabajo.

Alexia Moreno, coordinadora de la asociación El Caracol, que apoya a poblaciones en situación de calle, explicó que debido a la situación de vulnerabilidad ante la que se encuentran familias como la de Rosa y Susana, han implementado un programa de apoyo para que puedan pagar dos meses de renta. Así evitan que vuelvan a vivir en las calles. Si esto ocurre, explica, después es mucho más difícil volver a establecerse en una vivienda.

Otras, como Martha, siguen en la calle y reciben el apoyo del colectivo a través de una despensa. El Caracol nunca había trabajado entregando víveres de forma directa a las familias, pero la emergencia provocada por la COVID-19 les llevó a cambiar su modo de trabajar. 

Recuperar la estabilidad económica de estas familias es crucial, ya que “si no lo logran existe la posibilidad de que los niños ni siquiera vuelvan a la escuela, porque para sus mamás es prioridad resolver otras necesidades que a su juicio son más importantes, como la vivienda y la comida”, indicó.

Moreno lamentó que esto ocurra “muy seguido, porque sus situaciones son complicadas, y que los niños dejen de ir a la escuela es lo de menos. Nos hemos dado cuenta que si se salen de nuevo a la calle o deben mudarse, para ellos es más fácil pensar en darlos de baja y reinscribirlos después”.

En este sentido, El Caracol trabaja con ellas para ayudarles a reconocer la importancia de la continuidad educativa y del compromiso con el proceso de los niños.

Otro aspecto que le preocupa a la asociación es que las niñas y niños de poblaciones callejeras “de por sí presentan un rezago educativo, porque no entraron a tiempo a la escuela, o los cambian de manera constante, o de plano los dejan de llevar por mucho tiempo. Y ahora a eso se suma que perdieron dos meses de clases”, señaló Alexia.

“Nos preocupa que al volver a clases los niños no entren con el mismo nivel de sus compañeros que tienen otras condiciones de vida. El rezago educativo es muy cargado, y por otro lado, que las mamás no puedan conservar su proceso de vida independiente impacta también en su estado emocional”, abundó.

“Todo esto va a pasar”

Pese a todas las dificultades que vive actualmente, Susana se mantiene esperanzada en retomar su trabajo. Su mayor preocupación es juntar dinero para volver a rentar un cuarto y pagar la mudanza.

“Ahorita ya tengo una tele, una parrilla y estoy pensando en todo lo que me falta, pero bueno… mientras tenga un techo, con eso basta”, afirmó.

“Esa es mi esperanza, que esta pandemia y todo esto va a pasar y que voy a poder trabajar y poco a poco me voy a hacer de algunas cosas y voy a echarle muchas ganas con mis niños”.

Rosa, por su parte, espera también que la situación laboral de su esposo se restablezca. Afortunadamente, la dueña del cuarto que renta ha sido comprensiva, por lo que no ha tenido problemas con el retraso de sus pagos.

“A veces me estreso, desde que me levanto lo primero que pienso es que no tengo dinero y no hay ni un pan para comer, pero no me puedo poner a llorar. Tengo que buscar la solución, no queda de otra”, expresó.

Hasta este momento, de acuerdo con El Caracol, no existen acciones de gobierno que atiendan a las poblaciones callejeras de la Ciudad de México más allá de ofrecerles albergues que, según los testimonios que usuarios han dado a la organización, “no están en buenas condiciones”.

“Desde las autoridades de la Ciudad de México no ha habido ninguna acción que busque prevenir los impactos del COVID, no solo en el tema de contagios, sino en la parte económica, la inclusión educativa y el tema de discriminación”, señaló.

Para la asociación, es necesario que las autoridades apoyen a las familias que se encuentran en riesgo de vivir en calle para prevenir un mayor crecimiento de quienes ya se encuentran en ella.

“No sabemos si se tenga contemplado hacer algo después en este tema, pero esperamos que sí, porque eventos como la pandemia, que afectan a todas las personas, repercuten más en las poblaciones callejeras, que quedan olvidadas y abandonadas… y esta situación va para largo”, concluyó. 0:06 2:16   Ciudad de México abre quioscos de pruebas de COVID-19 en zonas más afectadas



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