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Yolanda Andrade confiesa finalmente por qué identificó a Verónica Castro como su ex ‘esposa’

Al involucrar la vida sexual y las preferencias de género, las acusaciones entre Castro y Andrade son mucho más peligrosas que unos simples dimes y diretes del mundo del espectáculo. El más reciente disparo en la guerra de declaraciones entre la legendaria actriz y la conductora de televisión terminó con el retiro profesional de la primera. ¿Es hora de detener esta dinámica de acoso?

Llevamos semanas siguiendo activamente las diferentes versiones sobre una supuesta relación amorosa (boda incluída) entre la actriz Verónica Castro y la conductora Yolanda Andrade. Lo que comenzó como un comentario casual de Yolanda y la consecuente respuesta de parte de Verónica, ha derivado en una serie de acusaciones y desmentidos sobre la vida y preferencia sexual de esta última que, en el fondo, no debería importar a nadie.

En síntesis: en junio pasado Yolanda habló en YouTube sobre su boda “con una mujer maravillosa” y más tarde en declaraciones con el periodista Javier Poza pareció señalar a la actriz . Por su parte, Verónica refutó el hecho el 4 de septiembre en ‘Venga la alegría’ llamándolo “de broma”. De ahí, la situación ha escalado señalandose mutuamente y finalmente, con el anuncio el 12 de septiembre en Instagram, ocasionó el retiro de la diva.

Dicho así parece sencillo. Sin embargo, lo que estamos presenciando no es una simple diferencia de opinión sobre un hecho —si la actriz de 66 años es gay o no lo es (a pesar de que ya lo haya negado: “No voy a casarme, no voy a ser lesbiana en esta ocasión, no en esta vida”, aseguró). Esta ‘broma’ ha terminado derivando en una situación que podría calificarse de bullying.

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Se trata de una dinámica que hemos visto en varias ocasiones: una persona (en este caso Yolanda) ventila detalles de la vida privada de otra sin su consentimiento (“En nombre de nuestra amistad quiero que Verónica Castro me desmienta”) y ante la petición explícita de no hacerlo del afectado (“Ya le pedí por favor que me deje en paz, estoy cansada”, respondió Verónica). Los espectadores se dejan llevar dividiéndose en bandos que alientan a una parte o la otra frente en una diatriba sobre un tema totalmente frívolo (si hubo o no relación amorosa). El tema termina por salir del control de las dos personas involucradas y se vuelve del dominio público, haciendo que el afectado tome decisiones extremas (en este caso, el retiro de la vida pública).

El retiro profesional en el caso de una legendaria primera actriz con 53 años de carrera que ha enfrentado durante su trayectoria escándalos sobre su maternidad, sus relaciones o asuntos políticos, es a todas luces una medida dramática, desesperada de una mujer que no inició la conversación sobre la dirección de su vida amorosa y que está pidiendo, de una u otra forma, silencio sobre el tema.

“Yo no puedo con la agresión y el escarnio (…) estoy agotada de tanto mal y como lo vengo diciendo hace ya muchos años. Quiero mi paz”, escribió en redes sociales para anunciar el cierre de su aplaudida carrera.

Es, en casos extremos, la misma reacción de un niño que sufre de arranques emocionales o crisis depresivas cuando en la escuela un compañero decide exponer un asunto del que no se siente orgulloso, que es falso o que quiere mantener en privado.

Contrario a lo que muchos comentan, no importa si Verónica ‘debe’ o no entender la época que vivimos o si hay una mayor apertura a las preferencias sexuales. Ciertamente en esta época nadie debería sentirse avergonzado de sus preferencias sexuales, pero tampoco nadie está obligado a hacerlas públicas, ni a explicar con quién o no tiene relaciones. Tan grave es sentirse obligado a permanecer “dentro del clóset”, como ser obligado a salir de éste sin desearlo. Verónica no tiene por qué enfrentar un acoso constante sobre una supuesta ‘verdad’ que no está impuesta a desmentir, revelar o justificar.

Nos falta en esta historia entender cuál es la motivación de las revelaciones de Yolanda Andrade. En entrevista con el programa Primer Impacto se lamentó de que “un momento tan bonito” terminara convirtiéndose en un “chisme tan corriente”. El tiempo nos dejará saber qué motivo o cómo lo que en principio supuso ser una broma terminó poniendo en el ruedo a su (ahora) examiga.

En junio pasado, la conductora habló abiertamente de lo difícil que fue para ella y Montserrat Olivier hablar de su homosexualidad en el programa ‘Montse y Joe’.

“Al principio fue doloroso, después se aceptó y sobrevivimos”, declaró en su momento.

El tema de la homosexualidad había rodeado a las conductoras del programa por años sin aclaración —ya sea porque el sistema lo impedía, porque no estaban preparadas para hacerlo o por la razón que fuere. Si Yolanda decidió abrir su sexualidad al público y definirse como lesbiana en sus propios tiempos, sorprende que no se esté dando la misma oportunidad a las mujeres con las que ha compartido alguna historia en su vida.

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Finalmente, el verdadero problema en esta dinámica nociva no es descubrir ‘la verdad’, como muchos se escudan. Porque la vida privada de las personas no está en tela de juicio y no debe ser sometida al escrutinio de lo cierto o lo falso. El verdadero problema es ser partícipes del acoso a una persona pública, sin darnos cuenta hasta qué punto estas acciones pueden quebrar su estabilidad emocional.

Sería hora de detenernos un minuto, mirarnos al espejo, entender las consecuencias de nuestras acciones y reconocer cuánto y cómo estamos contribuyendo y solapando en esa dinámica.

Aquí no importa cuál es la verdad, porque en este caso la verdad no está en discusión.



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