“Una lagrima se evapora a los tres días, una flor también, pero la oración permanece para siempre”, decía San Agustin.
Dentro de la religiosidad popular se manifiesta aquello de levantar el espíritu de aquellos que han fallecido de manera inesperada pero la verdad que el sentido es elevar una oración, explica el sacerdote católico Pablo Hernández.
Es una obra de misericordia espiritual que debería ser de todos los que creemos en la vida y que consideramos que nadie tiene derecho a quitarle la vida nadie solo Dios, acotó el cura párroco.ER