Oír una reprensión es desagradable, exponerse a la crítica es penoso… Sin embargo, una reprensión puede ayudarnos a cambiar nuestra manera de actuar o a corregir lo que hemos hecho mal, y por lo tanto ser positiva y formadora. Así podremos progresar mucho más rápido que si oímos solamente a los que nos halagan, porque “mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios” (Eclesiastés 7:5).
La expresión “canción de los necios” evoca algo placentero, entretenido, pero inútil, como los elogios, adulaciones, cumplidos… Más vale un reproche justificado que mil cumplidos fáciles. ¡Que los sonidos dulces al oído se dispersen rápido!
¿He prestado atención a las críticas constructivas del sabio?
¿Quién es, pues, ese sabio a quien debo escuchar? Quizás alguno de mis cercanos, un colega, una persona con experiencia, o cualquiera que tenga el valor de decirme la verdad.
Pero sobre todo hay una reprensión, unos reproches, que es necesario escuchar: son los que vienen de Dios. Su mensaje, el de la Biblia, puede parecer negativo en primera instancia, porque Dios me declara pecador, perdido y alejado de él. Pero también me invita a ir a él tal como soy, a recibir su perdón en Jesucristo. Luego me enseña a conocerle cada vez más y mejor.
Es preferible recibir este mensaje que sentirse satisfecho con los pensamientos del momento que circulan en el mundo.