Los evangelios nos muestran a Jesús, el “Autor de la vida”, frente a la muerte:
– Un niño estaba a punto de morir, su padre suplicó a Jesús que fuera a verlo antes de que muriera. Jesús le respondió con estas palabras: “Ve, tu hijo vive”. El padre creyó la palabra de Jesús, volvió a su casa y halló al niño sano (Juan 4:46-53).
– Jesús iba a casa de un principal de la sinagoga que tenía una hija de doce años gravemente enferma, pero en el camino el padre recibió este terrible mensaje: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?”. Jesús tranquilizó al padre y continuó su camino. Al llegar halló a la niña muerta en la cama y, tomándola por la mano, le dijo: “Niña, a ti te digo, levántate”, y ella se levantó (Marcos 5:35, 41).
– Llegando Jesús a una ciudad, se encontró con un cortejo fúnebre: el muerto era el hijo único de una viuda. Jesús se acercó y dijo a la madre: “No llores”. Luego tocó el féretro, y con autoridad dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”, y resucitó al muerto (Lucas 7:12-15).
– Uno de los amigos de Jesús estaba enfermo y murió. Cuando Jesús llegó, el muerto estaba en la tumba desde hacía cuatro días. Jesús ordenó quitar la piedra que cerraba el sepulcro, y exclamó: “¡Lázaro, ven fuera!”. El que había estado muerto salió, con los pies y las manos atadas, y el rostro envuelto en un sudario. “Desatadle, y dejadle ir”, ordenó Jesús (Juan 11:39-44).
“De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán” (Juan 5:25).