En la Biblia, ser misericordioso significa identificarse con el sufrimiento del otro y actuar en consecuencia. Ella nos habla de “la entrañable misericordia de nuestro Dios” (Lucas 1:78), que nos invita a comprender el sufrimiento de los demás, procurando aliviar la miseria de nuestro prójimo. Cristo realizó concretamente lo que expresa el nombre de Dios: “misericordioso y piadoso… grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6).
Esta bienaventuranza parece simple de comprender, aun cuando no encaja con la imagen un poco egoísta que nos hacemos de la felicidad. No obstante, notemos que la misericordia de Dios hacia nosotros no depende de la nuestra hacia los demás. Varios versículos de la Biblia dicen claramente lo contrario. El amor de Dios, su gracia y su misericordia están siempre en primer lugar. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
No se trata de una especie de trato con Dios. No puedo hacer una demostración heroica de misericordia hacia los demás, esperando que, a cambio, Dios tenga misericordia de mí. Más bien, solo podré disfrutar de la misericordia divina al ser misericordioso, sensible a la miseria que me rodea.
La misericordia tuvo un lugar central en la vida y las enseñanzas del Señor Jesús. La ejerció continuamente hacia los que sufrían: se conmovía y los sanaba. Ahora invita a todos los que creen en él a seguir sus pisadas, mostrando así algo de lo que Dios es.