Corría 1996 cuando Mercedes-Benz presentó el SLK, un modelo que traía un particular sistema descapotable: un techo rígido que a diferencia de los que se quitaban, se plegaba y «escondía» en el baúl. Cuando llegó a la Argentina muchos comenzaron a decirle «Kompressor», por la inscripción que llevaba en el lateral (en referencia al compresor volumétrico de su motor).
Veinte años después, en 2016, el modelo fue rebautizado SLC. Días atrás se supo que la marca lo discontinuará definitivamente. Para homenajearlo como se merece, preparó la SLC Final Edition. Gran detalle: estará disponible en el mismo color amarillo que el primer SLK tuvo en 1996.
Llantas de 18 pulgadas y una estética bien deportiva -tendrá versiones AMG- son parte de esta despedida, que en Europa tendrá precios entre 41 500 y 65 000 euros.
Aunque la idea de un techo rígido plegable data de principios del siglo XX, el SLK de mediados de la década del 90 fue el primero en hacerla «masiva». Su concepto moderno en pocos segundos convertía una coupé en un descapotable, sin los clásicos problemas de las capotas de lona, más ruidosas y menos estancas.
El SLK nació -y se mantuvo toda su vida- como un biplaza (dos asientos) de motor delantero y fue el primer roadster que la marca ofreció por debajo del SL.
La primera generación duró hasta 2004, año en que apareció la segunda, que tomaba rasgos visuales del espectacular SLR McLaren y mejoraba notablemente el sistema de plegado del techo.
En 2010 llegó la que Mercedes considera tercera generación, que para muchos fue una actualización profunda de la segunda. Con una permanente evolución en sus mecánicas y calidad, el SLK/SLC se mantuvo fiel al principio de ofrecer «dos autos en uno», sin perder nunca la deportividad que lo caracterizó.