Si usted anunciara una conferencia sobre el tema «Cómo vivir bien», sus auditores esperarían que hablase sobre dietética, deporte o higiene de vida. Muy pocos pensarían en temas como la fidelidad, la honestidad, la generosidad, y mucho menos en el respeto a Dios y a su voluntad. Nuestra época invirtió los valores y presenta como imperativo cosas que no lo son realmente, y como obsoleto lo que es fundamental.
Sin embargo, es vital saber vivir bien, a la manera de Dios. Nuestra vida es similar a una rueda que va en sentido único, que no vuelve atrás. Necesitamos, pues, encontrar la buena dirección; aún mejor, dejarnos guiar por Dios mismo, y cesar de correr tras objetivos estériles.
Jesús vino a la tierra para darnos a conocer el camino de la verdadera vida. Dios nos traza ese camino en su Palabra, la Biblia. El Creador sabe lo que es mejor para nosotros en todos los ámbitos: psíquico, físico y espiritual. Si escudriñamos su Palabra y la ponemos en práctica, tendremos una vida abundante, mucho más rica que si hubiésemos invertido en valores terrenales.
El origen de esta vida fecunda es Dios Padre y su Hijo Jesucristo, quien vino a la tierra para salvarnos. Esta vida es dada a todo el que cree en Jesús. Él mismo proclamó en alta voz: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38).