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El desafío de la normalización monetaria global

En fechas recientes, algunos países desarrollados han iniciado el retiro del extraordinario estímulo monetario aplicado durante la última década, y otros han dejado entrever sus intenciones de hacerlo próximamente.

La gran crisis financiera de 2008-2009 llevó a los principales bancos centrales a relajar sus posturas monetarias de forma sin precedente. Con algunas diferencias entre naciones, prevalecieron dos medidas comunes, lideradas por el sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).

Primero, se recortaron las tasas de interés de referencia a niveles virtualmente de cero, las cuales, en algunos casos, han llegado a ser negativas. Segundo, se implementaron sucesivos programas de compras de activos financieros de diversa naturaleza a gran escala.

En un principio, el acomodamiento monetario buscó responder al aumento de la demanda de liquidez por parte del público y, de esta manera, evitar el colapso del sistema financiero y una mayor caída de la producción.

Puede decirse que este objetivo se cumplió.

Sin embargo, tales medidas, originalmente diseñadas para enfrentar la emergencia, se han ampliado y mantenido por muchos años después de la crisis. La prolongación de la expansión ha pretendido impulsar la actividad económica.

Empero, al propiciar una elevación inusitada en el valor de ciertos títulos financieros, las autoridades monetarias han generado distorsiones y han incrementado el riesgo de una severa inestabilidad. Además, existe el peligro de un repunte sustancial de la inflación.

La recuperación global en marcha, así como algunos indicios de un mayor crecimiento -actual y esperado- de los precios, han llevado a los grandes bancos centrales a plantearse la disminución del acomodamiento.

Y así como la Fed lideró la tendencia expansionista, también lo ha hecho en la presente fase hacia la restricción. En particular, en diciembre de 2015 aumentó el rango objetivo para la tasa de Fondos Federales y, posteriormente, lo ha hecho en otras tres ocasiones, acumulando un incremento de un punto porcentual.

Además, en octubre de 2014 concluyó su último programa de adquisición de activos y, a partir de ese mes, mantuvo estable el tamaño de su balance mediante la reinversión de pagos de principal. Más aún, en octubre de 2017 inició un programa de disminución paulatina de ese refinanciamiento.

Siguiendo a la Fed y ante presiones inflacionarias, el Banco de Inglaterra incrementó su tasa de política monetaria en noviembre de 2017 por primera vez en más de diez años. Adicionalmente, en agosto de 2017 terminó sus compras de activos y, desde entonces, se ha limitado a renovar los vencimientos.

El Banco Central Europeo no ha incrementado sus tasas de referencia, pero a partir de 2018 ha rebajado a la mitad su adquisición de valores. Este programa podría concluir el presente año.

Otros institutos centrales han emprendido la atenuación de sus posturas laxas, siendo una excepción notable el Banco de Japón.

La presente senda hacia la normalización tiene dos características. La primera es que resulta todavía muy incipiente, por lo que las posturas monetarias continúan siendo acomodaticias. La segunda es que hasta ahora no ha habido sincronía internacional.

No obstante, teniendo en cuenta que la recuperación económica mundial está siendo generalizada, es probable que la restricción monetaria no sólo se acentúe en los países que la han comenzado, sino que, además, el resto las siga.

La convergencia hacia una menor laxitud entre las economías desarrolladas puede tener implicaciones significativas sobre las emergentes. El relajamiento monetario, especialmente hasta 2014, propició un auge en las entradas de capital hacia los países en desarrollo, como reflejo de la búsqueda de mayores rendimientos. Lo contrario puede ocurrir en la fase de apretamiento.

Lo anterior es de particular relevancia para México, donde la proporción de la tenencia de bonos gubernamentales denominados en moneda local por parte de no residentes, respecto al total, es de las más elevadas entre las economías emergentes.

Ante una eventual menor abundancia de flujos de capital, nuestro país debe fortalecer sus fundamentos económicos, lo que indudablemente incluye la estabilidad de los precios.

En concreto, el abatimiento de la elevada inflación actual probablemente requerirá seguir aplicando, por congruencia, el criterio de mantener la postura monetaria relativa con Estados Unidos. De ahí que no parezca razonable descartar, para el futuro próximo, un mayor apretamiento monetario en México.



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