.
«No tengo a nadie que venga a verme», piensa esa señora mayor, aislada. «No tengo a nadie que pueda comprender mi sufrimiento», se dice ese joven después de una decepción amorosa. «No tengo a nadie con quien hablar», se queja otra persona que debido a su trabajo tuvo que viajar lejos de su hogar.
«No tengo a nadie»… Esta queja, expresada o no en voz alta, traduce lo que muchos sienten en un mundo individualista y egoísta. ¡Qué contraste con lo que Dios promete a los que creen! La Biblia nos habla de Jesucristo que nos hizo aceptos ante Dios mediante el sacrificio de su propia vida. Nosotros «lo tenemos», y él está con nosotros.
– Puede comprendernos: no solo nos conoce porque nos creó, sino que también sufrió en la tierra. ¿Quién, pues, podría comprendernos mejor que él en nuestras dificultades?
– Es perfecto: no puede engañarnos ni decepcionarnos.
– Es poderoso: mediante su palabra detuvo la tempestad (Lucas 8:24), resucitó muertos (Juan 11:43-44).
– Está cerca de nosotros: por la fe podemos experimentar la realidad de su presencia a nuestro lado.
– Está atento: conoce nuestras necesidades mejor que nosotros mismos y desea cuidar a los suyos.
¡Así es! Si conocemos a Jesucristo como nuestro Salvador, ¡tenemos a alguien que nos acompaña en todas las circunstancias de nuestra vida! ¡Lo tenemos a él!
Y usted, ¿forma parte de los que no tienen a nadie? ¡Acuda a Jesús, quien no lo dejará solo!