Un artículo de un periódico describía irónicamente la agitación y el nerviosismo de la gente de hoy. El texto terminaba más o menos así: «Si a las 13:30 se da prisa para almorzar, a las 14:15 ya podría estrellarse con su automóvil contra un muro. Sobre las 14:30 ya podría estar en el hospital. Y si todavía se da prisa, llegaría a tiempo a su propio entierro».
En efecto, mi entierro no tendrá lugar sin mí. Durante toda nuestra vida podemos darnos prisa sin cesar, esforzarnos para no perder nada y evitar todo lo que podría ser desagradable, pero lo cierto es que la muerte nos alcanzará. No podremos evitar nuestro propio entierro, y mucho menos el juicio de Dios. Esto es lo que la Biblia dice en los versículos citados hoy.
Entonces surge una pregunta: ¿Cómo podemos escapar al veredicto de condenación, cómo morir en paz?
La respuesta se resume en una palabra: ¡Jesús! Él, el Hijo de Dios que vino a la tierra, murió en la cruz para llevar los pecados de todo el que cree en él, para sufrir la condenación en su lugar. “El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18). De esta manera el creyente es liberado del justo juicio de Dios. Desde ahora puede vivir con su corazón en paz.
Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).