Para usted, ¿cuál es la definición de un hombre de valor? ¿Una persona que durante su vida manifestó grandes cualidades o hizo cosas sobresalientes? La Biblia evoca numerosos personajes que jugaron un papel en la historia de Israel y en la de los pueblos circundantes.
Sin embargo deja casi completamente en el olvido a la mayoría de los hombres de la Antigüedad que marcaron su época y a quienes la humanidad recuerda y honra.
Dios no da la misma importancia que nosotros a las cualidades y capacidades naturales, o incluso a las hazañas que constituyen el orgullo de la vida de una persona. Para Dios el valor de un ser humano no reside en lo que este es, en lo que hizo o en lo que posee, sino en el precio pagado para salvarlo. Antiguamente un esclavo quedaba en libertad si alguien pagaba en su lugar cierta cantidad de dinero. Así Jesucristo rescató a todos los que creen en él, pagando su liberación con su propia vida. ¡Ninguna otra cosa era suficiente! ¡Quizá su conducta fuese buena, pero de ninguna manera podría ser comparada al valor de la preciosa sangre de Cristo!
Con respecto a sus rescatados, Dios declara: “No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú… Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé” (Isaías 43:1, 4). “Serán para mí especial tesoro, ha dicho el Señor” (Malaquías 3:17).
¡Todos los que han sido rescatados mediante la sangre preciosa de Cristo tienen un inmenso valor para Dios!