La idea de que podemos pecar contra Dios tiende a desaparecer. ¡Incluso está ausente en la conciencia de muchos! Oímos decir que el mal empieza cuando hacemos daño a otra persona. Pero esto no es lo que enseña la Biblia, única norma divina. ¿Qué dice ella concretamente?
– “Dios es luz” (1 Juan 1:5). Es santo, justo y no puede tolerar el mal (Habacuc 1:13). Una simple mentira o un pensamiento de envidia me muestran que por naturaleza soy pecador. Esta naturaleza, llamada el pecado, es transmitida de una generación a otra: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre (Adán), y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Soy, pues, pecador desde mi nacimiento, y debo reconocer que peco por mis faltas y cuando desobedezco a Dios. Merezco su juicio y su condenación.
– Sin embargo, la Biblia también me dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Detesta el pecado pero ama a los pecadores, y preparó un medio para salvarme. Jesús, por amor, sufrió en mi lugar el juicio que yo merecía. En la cruz Jesús, el único hombre justo, cargó con todas mis infamias y maldades. Soportó la ira de Dios contra el pecado durante las tres horas tenebrosas de la crucifixión. Hoy tengo la seguridad de que Dios echó todos mis pecados tras sus espaldas (Isaías 38:17).
“Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).