Jesús había enviado a sus discípulos a predicar el Evangelio y a sanar enfermos. Cuando volvieron le rindieron cuentas de su misión. Jesús los invitó a ir a un lugar aparte, desierto, a descansar un poco.
Cristianos, esta invitación llena de dulzura nos anima a hacer como los discípulos. Nosotros representamos a nuestro Maestro en este mundo de sufrimiento, y cada mañana nos envía con una misión. Quizás hoy haya preparado un encuentro, una ocasión de dar testimonio, de hablar de él a alguien que necesita ser animado o llevado al Salvador.
Al final del día, ¿solemos rendir cuentas de nuestra misión al Maestro? Acostumbrémonos a contarle todo en detalle, sin omitir nada. ¡Por supuesto, él sabe cómo nos fue durante el día! Vio y escuchó todo, pero quiere hacer el balance con nosotros, como en otro tiempo invitaba a sus discípulos a ir a un lugar desierto.
Después de un agitado día, ¡qué bien nos hacen esos momentos! Jesús se interesa mucho por nosotros. Quiere enseñarnos para nuestro bien, ¡incluso por medio de los errores que hayamos cometido! ¡No temamos decirle todo! Hablémosle de las personas con las que tenemos contacto, de las conversaciones que tuvimos con ellas, de las oportunidades que perdimos de hablar de él.
“Venid vosotros aparte… descansad un poco”. Esta cita cotidiana también es fuente de comunión y de paz. Ese momento de intimidad imprimirá su carácter a nuestros días.