Dos aspectos de la cruz de Cristo
1) El fundamento de nuestra paz con Dios.
En la cruz Jesús dio su vida por nosotros, llevó el castigo que merecían nuestros pecados. Por ello la cruz es el fundamento de nuestra paz con Dios. En ella vemos a Dios como el que amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo unigénito (Juan 3:16). En la cruz Dios se reveló, a la vez, como el que nos ama y el que es justo. Condena el pecado y justifica al pecador que se arrepiente (Romanos 3:26). En la cruz la gracia de Dios nos alcanza, nos levanta y nos salva. Nos reconcilia con él, nos hace sus hijos y nos coloca en su presencia. ¡Nos llena de agradecimiento y alabanza!
2) El fundamento de nuestro testimonio diario.
Si, por una parte, la cruz nos une a Dios, por otra parte nos separa moralmente del mundo. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). Somos pues, como él, rechazados por el mundo. Las dos cosas van juntas: si la cruz se ha puesto entre nosotros y nuestros pecados, también se pone entre nosotros y el mundo. En el primer caso, nos da la paz con Dios; en el segundo caso, nos pone en oposición con el mundo, donde sin embargo debemos vivir y hacer el bien, imitar a Cristo.
Retengamos estos dos aspectos de la cruz. ¿Vamos a aceptar el primero y rechazar el segundo? Por medio de la cruz, Dios nos invita a entrar en el “reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13), pero también a salir moralmente del mundo, cuyo jefe es Satanás.