A Crystal siempre le ha encantado intercambiar selfies con sus amigos pero muchas veces se paraba un rato antes de enviar el suyo: «No podía dejar de mirar la manera en que el filtro de Snapchat me cambiaba la cara», le dijo la BBC.
«Me definía el mentón, delineaba mis pómulos y me hacía la nariz más recta, que era algo de lo que yo siempre me había sentido un poco insegura», comenta esta asistente médica de 26 años de San Diego, en California.
Crystal, que aparece en la foto de arriba, dice que a veces lograba tener un aspecto similar con maquillaje, pero no tenía tiempo de pintarse así todos los días.
Así que, en un intento por parecerse a la versión de sí misma con el filtro de las flores, decidió inyectarse en la nariz y bajo los ojos rellenos faciales o «fillers«.
«La gente no se da cuenta de que me hice algo; solo creen que perdí peso o algo», dice Crystal, que ahora está contenta compartiendo selfies sin filtros.
Ella forma parte del creciente número de jóvenes que buscan en los procedimientos estéticos una manera de parecerse más a sus selfies.
Según un nuevo estudio de la Academia Estadounidense de Cirugía facial, plástica y reconstructiva, el 55% de los cirujanos plásticos faciales vio en 2017 pacientes que querían operarse para verse mejor en los selfies, en comparación con apenas el 13% en 2013.
El estudio también halló que el 56% de los cirujanos encuestados notó un aumento de los clientes de menos de 30 años.
Expectativas más realistas
Hace mucho tiempo que los clientes llegaban a las clínicas de los cirujanos plásticos con fotos de las celebridades a las que se querían parecer.
Ahora, traen fotos de sí mismos, dice el cirujano David Mabrie, afincado en San Francisco, que lo considera un avance.
«Yo prefiero trabajar sobre una foto de alguien, porque tienen una idea mejor de cómo se verán con fillers o Botox», dijo Mabrie, quien trató a Crystal.
«Así no tienen una expectativa poco realista de que se van a transformar por arte de magia en una Kylie Jenner», añadió.
Aún así, ciertos requerimientos siguen siendo imposibles.
«Algunos filtros agrandan los ojos, algo que no se puede hacer con cirugía», dice.
Por eso es clave hacer una buena consulta. «Es importante que tu cirujano sea realista contigo y no se limite a hacer una lista de lo que quieres».
Nueva dismorfia en aumento
Hacerse procedimientos cosméticos parece ser cada vez más habitual: las celebridades hablan abiertamente de sus «retoques».
Por otro lado, el uso de redes sociales parece tener un impacto negativo sobre la autoestima. De acuerdo a un estudio de 2015 de la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido, el 27% de los adolescentes que utilizan la redes sociales durante más de 3 horas al día tiene síntomas de problemas de salud mental.
La combinación de estos factores puede quizás explicar la aparición de la «dismorfia de Snapchat».
Este término fue acuñado por el doctor Tijion Esho, quien tiene varias clínicas de cosmética en Reino Unido.
No se trata de una enfermedad formal, sino de un fenómeno que preocupa a los trabajadores del sector de la salud mental, así como a algunos cirujanos estéticos.
«Ahora vemos fotos de nosotros mismos a diario a través de las plataformas sociales que usamos, algo que puede hacernos más críticos con nosotros mismos», explica el doctor Esho, quien admite que ha tenido que rechazar a pacientes que parecían demasiado obsesionados con parecerse a sus fotos con filtro.
Según el doctor, esas fotos como referencia están bien. «El problema está en cuando se vuelven más que una referencia: se convierten en cómo los pacientes se ven a si mismos o cuando quieren verse exactamente como en esas imágenes. No solo son poco realistas, sino potencialmente un síntoma de otros problemas subyacentes», explicó.
«Se deberían hacer más preguntas para descartar elementos de dismorfia corporal. Tratar a pacientes que muestran estas señales de alarma no solo no es ético sino que además es perjudicial para el paciente, ya que necesita algo que ninguna aguja ni bisturí podrá nunca corregir».
«Solo necesitaba un empujón»
Kacie, de 29 años es una de las pacientes de procedimientos cosméticos que quiere parecerse más a sus selfies con filtro.
Lo que más le preocupaba era qué iba a pensar su novio cuando la viera en persona, después de haberle enviado decenas de selfies al día por celular y de actualizar sus fotos en Instagram entre 10 y 15 veces cada día.
«Me ponía las coronas de flores y el hocico de perrito y me veía tan linda en las fotos… y después me miraba al espejo y pensaba, «ah, esta no es la persona que él ve todo el día en su pantalla«, dice Kacie.
«Me frustraba cuando me miraba en el espejo, sentía que no era como la persona que yo le presentaba al mundo».
«Con los filtros de Snapchat, yo sentía que era bella. Solo necesitaba un empujón para llegar a ese punto».
Así que vio a un cirujano plástico en su ciudad natal de Nueva York y acabó poniéndose inyecciones y rellenos en los labios, el mentón y las mejillas, por aproximadamente US$1.700.
Kacie planea hacer esto más o menos cada año, ya que los rellenos solo duran de 6 a 18 meses.
«Yo pienso: es mi cara, es mi dinero, y si el resultado general es que yo tengo más confianza en mi misma y estoy más contenta con cómo soy, ¿cual es el daño?».
Sensación de «no estar a la altura»
Andrew, un Inglés de 31 años, acudió a una consulta estética a raíz de una mala ruptura sentimental.
Cuando quería volver a salir con gente, sentía que en las aplicaciones de citas no tenía éxito.
«Siempre había querido tener una mandíbula y unos pómulos con líneas más esculpidas».
«Para mi el interés surgió de ver a tantos otros jóvenes en la aplicación… pensé «bueno, ¿cómo puedo parecerme más a ellos?». Yo creo que definitivamente sacarse selfies constantemente y jugar con los filtros me hizo tener una mayor conciencia de no estar a la altura», admite.
Al final Andrew no se hizo ningún procedimiento, pero dice que no lo descarta en el futuro.
La tentación de «hacerme algo más»
La doctora británica especialista en estética Shirin Lakhani, cree que hay un verdadero potencial dañino en este fenómeno.
Ella ya ha visto un aumento de los pacientes que buscan correcciones después de hacerse retoques para parecerse más a sus versiones en los mejores selfies.
«Las redes sociales y las celebridades sacan todos estos procedimientos a la luz pública», dice.
«Más y más gente los conoce, gente que no necesariamente puede pagárselos y encuentran personas dispuestas a hacérselos por un precio más bajo».
Pero advierte que «estos son procedimientos médicos».
Las complicaciones son raras, pero reales: el Botox puede causar dificultades respiratorias y visión borrosa. Y las posibles complicaciones de los rellenos incluyen la infección y la «migración del relleno», en la que la sustancia se mueve del lugar donde fue inyectada de manera impredecible, y puede potencialmente llegar a obstruir vasos sanguíneos.
Esos riesgos son los que hacen que Annabelle, una escocesa de 26 años, no quiera hacerse nada más que el relleno de labios.
«Me los he estado poniendo cada seis meses y cada vez que voy me pregunto: ¿debería hacerme algo más? Es tentador, especialmente cuando puedo saber cómo me vería, gracias a un filtro en Snap o Insta. Pero me preocupa al final hacerme demasiadas cosas o que se me vaya de las manos. Yo creo que siempre puedes darte cuenta cuando alguien se hizo algo, pero no necesariamente porque se vean atractivos».
La psicóloga Ellen Kenner urge a las personas a pensárselo dos veces antes de pedir citas para hacerse rellenos, sobre todo si lo hacen como una suerte de solución rápida ante un problema en la vida.
«La verdadera autoestima tiene que ver con la confianza en tu propia mente para conseguir tus goles personales«, dice.
«Eso requiere honestidad, pensamiento independiente y la convicción de que eres capaz y merecedor de lograr tu propia felicidad».
Y ese tipo de confianza en ti mismo no te la puede dar ninguna corona, ni en los filtros ni en la realidad.
Cortesía: bbc.com