La escasez de billetes y de alimentos básicos ha hecho surgir el mercado negro en Venezuela, donde es posible encontrar productos alimentarios subsidiados a precios menores que los oficiales.
Uno de los espacios donde se da este tipo de comercio es el Bulevar de Catia, en el occidente capitalino, remodelado para recreación familiar y en donde crece el comercio informal.
En ese tipo de comercio es posible encontar productos alimentarios, lo que en sí mismo es un logro ante la escasez que se vive.
Pero además de encontrar comida, se espera que en esta calle peatonal no haya largas filas y los precios sean menores.
El problema es que se trata de artículos que deberían de distribuirse de manera exclusiva a través de los comités locales de abastecimiento y producción (CLAP), creados en abril de 2016 por el gobierno del presidente Nicolás Maduro.
A través de esos comités y previo registro, se pueden conseguir productos a precios regulados como harina de trigo, sal, aceite, leche o arroz.
Todos ellos son productos de primera necesidad regulados que se deben de distribuir casa por casa, y que en su origen buscaban eliminar a revendedores que conseguían esos productos y lo revendían a precios altos.
Pero en el Bulevar de Catia los compradores pueden hacerse de harina de maíz, leche, azúcar y arroz de precio regulado destinado para zonas específicas.
El kilo de arroz se adquiere en 120 mil bolívares con pago en efectivo, mientras que en un comercio formal puede llegar hasta el medio millón de bolívares.
Matio Padilla, director de la Asociación de Trabajadores Emprendedores y Microempresarios, dijo al diario El Universal que se trata de un ejemplo del mercado negro que existe en Venezuela.
«En el país hay mercado negro para todo: para gasolina, billetes, dólares y alimentos», precisó.