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El máximo líder de Corea del Norte Kim Jong Un se doctora en diplomacia

Las grandes potencias saludaron ayer el anuncio de Corea del Norte de que suspenderá las pruebas nucleares y de misiles balísticos, un gesto en medio del proceso de negociación abierto con su vecino del sur bajo la atenta mirada de Estados Unidos. A ello hay que sumar el restablecimiento del «teléfono rojo» que abre una línea directa entre las dos Coreas y que ya está operativo después de una prueba el viernes que duró cuatro minutos y 19 segundos, un paso alentador para dos países que se encuentran técnicamente en guerra desde el armisticio de 1953.

Estos gestos son la antesala de la cumbre que el próximo viernes sentará en la misma mesa a Kim Jong Un y Moon Jae In, jefes de Estado de Corea del Norte y del Sur, respectivamente, un encuentro que será retransmitido en directo por televisión para que nadie pierda detalle.

Con cada movimiento medido al milímetro, la primera imagen a mostrar será la de un apretón de manos entre ambos mandatarios que, aunque se prevé estático, supondrá un paso adelante hacia una paz que no ha asomado en la península desde hace más de una década. Desde que Kim llegara al poder en 2011, ha lanzado 85 misiles y ha llevado a cabo cuatro ensayos nucleares –muchos más que sus dos antecesores en casi tres décadas– que no han hecho más que golpear los tambores de guerra nuclear.

Si hace apenas cuatro meses Kim y su contraparte estadounidense, Donald Trump, intercambiaban insultos y amenazaban con darle a un supuesto botón nuclear que a raíz de aquellos hechos se demostró inexistente, ahora y si no hay contratiempos, Kim y Trump también se reunirán en mayo o principios de junio en una ubicación que todavía se desconoce.

 Fue con el discurso de Año Nuevo del líder Juche cuando la situación en la península dio un vuelco con el acercamiento entre ambos países. Un mes después, la hermana de Kim, Kim Yo Jong, viajaba a Corea del Sur para asistir como invitada a los Juegos Olímpicos de Invierno, el primer tanto diplomático que se apuntó Pyongyang. Allí, una misiva personal de su hermano emplazó a Moon a encontrarse con él y –conversaciones y encuentros de por medio entre delegaciones de los dos países– ahora se ultiman los detalles para esa reunión. Sobre la mesa, la desnuclearización, la retirada de las tropas norteamericanas que tanto enfurecen a Pyongyang y la firma de un tratado de paz que sustituya al del armisticio.

Enla madrugada de ayer, tras la reunión preparatoria del Comité Central del gobernante Partido de los Trabajadores, Pyongyang volvía a sacar sus armas diplomáticas con el anuncio de la suspensión de los ensayos nucleares y de misiles de largo alcance argumentando que ya habían logrado consolidar con éxito su programa nuclear. «A partir del 21 de abril, Corea del Norte detendrá las pruebas nucleares y los lanzamientos de misiles balísticos intercontinentales», informó la agencia estatal norcoreana citando a su líder. Ese movimiento, que muchos observan con recelo, fue recibido de buen grado por Trump. El país comunista «ha aceptado suspender todas las pruebas nucleares y cerrar un importante lugar de prueba», declaró el presidente de EE UU en un mensaje de Twitter. «Ésta es una muy buena noticia para Corea del Norte y el mundo: ¡un gran progreso! Esperamos nuestra cumbre», añadió.

Sin embargo, lo que muchos creen que es una importante concesión a Estados Unidos, otros lo ven cómo una muestra de la fortaleza del régimen y la consolidación de su statu quo. La desnuclearización ha sido la condición indispensable de Washington para sentarse en la misma mesa con Pyongyang, aunque sorprendentemente el líder norteamericano sólo tardara 45 minutos en aceptar la invitación de Kim. Por eso, ahora hay que tener en cuenta si el Reino Ermitaño se compromete a paralizar su programa o a la desnuclearización real, dos opciones diferentes que pueden poner en peligro todo este supuesto proceso hacia la paz. «Kim tiene una estrategia de negociación muy poderosa al tener un programa nuclear exitoso, así que todo está sobre la mesa en este momento», explicó a LA RAZÓN la profesora de la Universidad de Connecticut Alexis Dudden. Esta experta se muestra preocupada de que si Washington no conseguía sus propósitos, optara por la vía militar que el núcleo duro del país persigue. «Trump tiene que entender que la desnuclearización no puede ocurrir inmediatamente, es un proceso que llevará muchos años», añadió.

No obstante, con el anuncio de ayer todo parece seguir el curso deseado. Es en esa línea con la que Moon ha recuperado la esencia de la Política del Amanecer, el único periodo de distensión (1998- 2008) en el que se establecieron numerosos proyectos financieros y de inversión entre las dos Coreas, reencuentros de familias separadas por la guerra y tuvieron lugar las otras dos y únicas cumbres presidenciales en Pyongyang. Desde la Casa Azul –la residencia presidencial surcoreana– declararon que en ese intento por poner fin al último resquicio de la Guerra Fría, habrá que tener en cuenta a todas las partes involucradas. «No es algo que podamos hacer nosotros solos. Serán necesarias discusiones con las partes implicadas, Corea del Norte incluida», aseguraron.

Por ello, el líder surcoreano dijo esta misma semana que el acuerdo de paz necesitará de EE UU y China, países firmantes de aquella tregua que creó la Zona Desmilitarizada, la línea fronteriza que separa las dos Coreas y en la que, al contrario de lo que su nombre indica, se encuentra el mayor número de soldados y de armamento por kilómetro cuadrado del mundo.

Precisamente allí, en la Casa de la Paz de la conocida como Zona de Seguridad Conjunta donde tropas americanas, surcoreanas y norcoreanas se ven a diario, tendrá lugar este anhelado encuentro, el tercero de esas característica en la historia y el primero en once años. Las demandas americanas de un proceso en el que Corea del Norte no exigiera la retirada de las tropas estadounidenses y mostrara su voluntad con la desnuclearización del régimen, parecen haberse cumplido hasta la fecha.

Ahora quedan cinco días para el primer paso que permita una posterior firma de un tratado de paz siempre que se libren los escollos que surjan por el camino. «La reunión establecerá los términos de lo que esperan los coreanos y es posible que escuchemos un nuevo lenguaje sobre cómo avanzará Corea. No se trata de la tradicional reunificación que esperan las viejas generaciones, sino de sentar las bases para un intercambio más económico o la apertura del complejo industrial de Kaesong, entre otras cosas», añadió Dudden.

LA RAZÓN 



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