Dicen allí dentro que es muy difícil ver a Ernesto Valverde alterado y aún más cabreado. Sus maneras y sus formas a la hora de gestionar el grupo son de un entrenador que tiene siempre todo bajo control y que se mueve a las mil maravillas a la hora de felicitar y motivar a sus hombres.
En estos nueve meses que lleva las riendas del FC Barcelona, el técnico extremeño apenas ha enseñado los dientes, escogiendo siempre la moderación y el diálogo como su mejor vehículo de comunicación con sus jugadores.
Sin embargo, ese registro cambió radicalmente el pasado 10 de abril en el Estadio Olímpico de Roma. Y no fue al final del encuentro sino al descansocuando Valverde decidió sacar el látigo y mostrar su cara más dura y contundente. Consciente que el partido se le estaba escapando (el resultado era 1-0 en contra), el técnico intentó revertir la situación con uno de sus discursos más amargos y lúcidos de toda la temporada.
“Hay un equipo que está compitiendo y otro que no. No estamos jugando a nada ni haciendo nada de lo que tenemos que hacer. No nos están dejando jugar pero nosotros tampoco estamos leyendo bien el partido”, fueron sus primeras palabras, con un rostro serio y con evidentes signos de preocupación.
De hecho, Valverde llegó a reconocer a sus hombres que se podían dar por satisfechos de haberse ido al descanso perdiendo solo 1-0: “La verdad es que hemos tenido suerte. Pero que os quede claro que con un 1-0 tras 45 minutos no nos pueden eliminar. Tenemos que pasar sí o sí”.
Valverde no personalizó en sus lamentaciones, pero sí dejó muy claro que nadie estaba cumpliendo con las órdenes marcadas antes del encuentro. Los jugadores escucharon resignados y cariacontecidos la bronca de su entrenador, conscientes que estaban haciendo mal las cosas, pero también que había un margen para salir vivos del estadio Olímpico de Roma. Nadie interpeló a Valverde. El vestuario era ya en aquellos momentos un auténtico funeral.
La bronca de Valverde no sirvió para mucho, ya que los jugadores siguieron con la dinámica negativa, echando por tierra la ventaja que llevaban de 4-1 en Barcelona. Tras la derrota por 3-0 y eliminación de la Champions, Valverde decidió no hacer más sangre, consciente que ya no había vuelta atrás, e intentar mirar hacia adelante, con el reto aún muy vivo de conquistar el doblete.