Ernesto Valverde vivió el Roma un batacazo que le deja tocado. El técnico que revivió a un equipo que en el mes de agosto parecía desahuciado tras el repaso que le dio el Real Madrid en la Supercopa a base de reforzar la solidez defensiva en detrimento del juego que es signo de identidad, se ha quedado colgado de la brocha. Su marcha en la Liga, el récord de partidos sin perder y la clasificación para la final de la Copa del Rey eran el argumento perfecto para soslayar un estilo de juego que claramente contravenía el ADN de este equipo. La caída en Europa de nuevo en cuartos de final vuelve a iniciar debates que parecían superados.
A Valverde se le plantea un nuevo reto parecido al que tuvo que asumir en el mes de agosto cuando Neymar dejo al equipo en estado de shock. Entonces, de la nada y aferrado al talento de Messi reforzó la defensa blaugrana, apostó claramente por un doble pivote y lanzó al equipo a por la Liga y la Copa. La gasolina no le ha dado para cumplir en la Champions ni que sea llegando a semifinales. No se puede llegar lejos en la Champions con 13 jugadores.
Ahora, con mucho tramo recorrido, Valverde debe de reiniciar el sistema, hacer un reset que devuelva a los jugadores la confianza en ellos mismos. A diferencia de lo que pasó en agosto, no parte de cero, tiene una gran ventaja en la Liga y está en la final de Copa. No obstante, alguno de los titulares de Roma quedará señalado y las consecuencias podrán verse ya ante el Valencia. Umtiti tiene todas las papeletas.
Tal y como pasó en verano, la emergencia de la situación hará que se prioricen los resultados por encima del estilo, pero de cara a la temporada que viene se le observará con lupa.
Los puristas del sistema no se van a conformar con los triunfos, exigirán un retorno a los origenes y una manera de jugar reconocible.
Falta ver si el técnico tendrá mimbres para hacerlo. En Roma el equipo evidenció carencias físicas fruto de haber exprimido a los mismo hombres a lo largo de la temporada. Y lo más duro de todo es que va a tener que hacerse sin Iniesta. De la mano de Coutinho, Dembélé, Arthur y, probablemente Griezmann, el técnico deberá reciclarse para ofrecer al público lo que pide.
