La caída
En el lenguaje cristiano, cuando hablamos de «caída», nos referimos a los primeros pasajes de la Biblia, cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios. Sucumbieron a la tentación de la serpiente, el diablo.
Dios había creado todo para que el hombre fuese feliz. Podía comer de todos los árboles del huerto, excepto de uno. Si el hombre comía del árbol de la ciencia del bien y del mal, moriría. Pero el diablo puso en duda la palabra de Dios, diciendo: “No moriréis”, y añadió: “seréis como Dios” (Génesis 3:4-5). Sugirió que Dios quería privar al hombre de ser como Él, y que si desobedecía, podría acceder a una condición superior siendo independiente de Dios e igual a él. Entonces no dependería de nadie y podría decidir lo que está bien o mal.
Adán y Eva comieron del fruto prohibido. Entonces Dios los echó de su presencia y se rompió la relación con él. Así, ellos nos transmitieron su condición de criaturas responsables, marcadas por el pecado y mortales.
Pero Jesús venció al diablo y abrió un camino para que el hombre volviese a establecer una relación con Dios. Así como Adán fue el jefe de una raza de hombres alejados de Dios, Jesús es el jefe del linaje de los que tienen la vida de Dios, los que fueron a él. Mediante su muerte Jesús les dio la vida eterna desde ahora. ¿Cómo se puede ir a él? Creyendo lo que él dijo e hizo, depositando nuestra confianza en el valor de su obra en la cruz.