Cada Semana Santa, las coloridas alfombras de aserrín del centro de Tegucigalpa atraen a miles de personas, entre ellas, muchísimas de nacionalidades extranjeras.
Con cámara fotográfica profesional y una gorra de National Geographic, encontramos al americano David Baey, quien tiene 20 años de vivir en Honduras.
“Esto es hermoso, me encanta el arte de la gente capitalina. Honduras es un país bello de gente encantadora. He viajado por varios lugares y he tomado muchas fotografías y he escrito libros, este un lugar hermoso para estar bien”, destacó Baey.
Otro estadounidense, Daniel Klingelhoets, apuntó que “En Estados Unidos no se dan este tipo de celebraciones. Me encanta todo, su cultura, comida y gente y por eso no me he ido de Honduras”.
“Las alfombras son lindas, es un arte muy especial y un lugar perfecto para unir a las familias”, detalló el americano.
Ambos extranjeros caminaron por las calles del casco histórico de la capital, en medio de una muchedumbre que se tomaba fotografías y solaba frases de admiración por las obras de arte.
Sentada en medio del aserrín, y desafiando el fuerte sol veraniego, se encontraba Iris Moncada. Ella lleva 16 años participando en la creación de estas alfombras espirituales.
“Lo hago porque soy católica y porque me gusta servir a Dios”, dijo Moncada, mientras seguía dándole forma con sus manos a una figura religiosa. Lo hacía con pausa y perfección.
“Desde las cuatro de la tarde del jueves empecé con las alfombras y no hemos parado. Este es un momento especial y espero que sigamos con el fervor a Dios”, indicó Moncada.
David Zambrano, de 10 años de edad, también se sumó a la realización de la alfombras de aserrín. Con sus manos pequeñas decoraba una imagen religiosa de la pasión de Cristo.
“Me gusta ayudar y por eso lo hago. Ya llevo cuatro años participando en las alfombras y me gusta que la gente vea estas imágenes”, dijo Zambrano.
De San Lorenzo para “Tegus”
A doña Evangelina Domínguez le contaron hace unos días de las alfombras que elaboran cada Viernes Santo en Tegucigalpa.
“Estoy impresionada con esta obra. Valió la pena dejar el calor del sur para ver estas bellas alfombras. Es la primera vez que la paso en Tegucigalpa y no me arrepiento”, dijo con emoción esta vecina de San Lorenzo, Valle.