El gozo y la tristeza
El apóstol Pablo, encarcelado en Roma debido a su fe, escribió la carta a los filipenses. Desde su celda habló del profundo gozo que sentía en las situaciones más difíciles. Invitó a los creyentes a regocijarse en el Señor siempre (Filipenses 4:4). Escritos por un preso que se hallaba en tales circunstancias, estos consejos toman una importancia especial para el creyente de hoy.
No obstante, en esta carta, el apóstol Pablo también menciona la enfermedad de su amigo Epafrodito. Agradecido reconoce que Dios lo protegió: “Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza” (cap. 2:27).
Mencionar la tristeza, en una epístola que habla tanto de gozo, ¿no es una contradicción? ¡No! Pablo estaba dispuesto a soportar sin desfallecer una prueba tras otra, pues el Señor era su gozo.
El Señor nos invita a gozarnos siempre en él, pero no por eso espera que seamos insensibles al sufrimiento. Él conoce nuestra sensibilidad, nuestros límites, y nunca los sobrepasa cuando permite sufrimientos en nuestras vidas.
Amigos cristianos, confiemos siempre en la misericordia y en los cuidados de nuestro Dios hacia nosotros y hacia los que nos rodean. Él sabe, pesa y mide todo con sabiduría.
Comprobemos que las dificultades nunca quitan la esperanza, la paz ni el gozo de un cristiano.