Sacado del pantano
El barro de un pantano es una imagen del pecado en el que incluso un creyente puede caer. Al principio, el camino que conduce al pecado parece sin peligro; es como si caminásemos sobre un prado un poco esponjoso, agradable. Pero a medida que avanzamos, la hierba va desapareciendo y cada vez hay más agua. De repente el pie se hunde un poco, continuamos y nos hundimos más. Al final, a pesar de todos los esfuerzos, no podemos salir. ¡Estamos atascados, y cada esfuerzo para liberarnos agrava la situación! ¡Asustados, nos damos cuenta de que estamos perdidos! Entonces empezamos a pedir ayuda desesperadamente. Pero, ¿habrá alguien que nos escuche?
¿Esta descripción corresponde a su situación moral? ¡Entonces clame a Dios! ¡Solo él puede liberarlo! Cuéntele simplemente su angustia, no trate de embellecer las cosas. Reconozca las faltas que lo condujeron hasta allí, admita que no puede arreglárselas solo y suplique a Dios que lo salve. Él lo perdonará, gracias al amor de Jesús, quien murió en la cruz para salvar a los pecadores, y lo liberará de las cadenas del pecado.
Entonces, gracias a una relación nueva o reanudada con el Señor Jesús, basada en su amor y mediante la fe, tendrá un punto de partida firme, un fundamento para la vida, sólido como una roca.
“Qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino; quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas” (2 Samuel 22:32-34).