Con el puño levantado
El emperador Juliano reinó en Roma del año 361 al 363. Fue llamado el Apóstata, porque dejó el cristianismo para volver al paganismo. Renegar de su educación cristiana para volver a la idolatría pagana significaba declarar públicamente la guerra a Dios. Se cuenta que en el año 363, herido de muerte en medio de una guerra, levantó el puño hacia cielo gritando: «¡Venciste, galileo!». Así murió, sublevado contra Jesucristo.
Quizás usted también esté en guerra contra Dios, de forma más o menos abierta: no quiere aceptar el veredicto de su Palabra, la cual declara que todo hombre es pecador. “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Usted sigue siendo hostil a Dios, mientras su Hijo Jesucristo vino en persona a la tierra para que se reconcilie con él.
Dios está dispuesto a perdonar la actitud más violenta hacia él. ¡Jesús incluso pidió a su Padre que perdonase a los que lo crucificaron!
Hasta ahora usted está resentido contra Dios, pero si acepta inclinarse ante él, bajar ese «puño de sublevación» y apagar esos sentimientos de rebeldía, entonces esa Persona a quien odia aparecerá ante usted como lo que ella es en realidad: el Dios de paz, quien da una paz total y definitiva a todo el que se acerca a él. Esta paz fue hecha por Jesús crucificado: Dios le infligió el castigo que merecía nuestra rebelión.
No rechace ese plan de reconciliación cuya fuente está en el corazón del Dios que lo ama.