Harto de la imagen lasciva del país, el Gobierno cambia de táctica para atraer a turistas más interesados en la cultura y, sobre todo, a mujeres. La cifra de mujeres turistas alcanza ya el 52%
Pasaban unos minutos de la medianoche, y en el Baccara no quedaba un solo sitio libre. Las dos filas de sillones rojos estaban repletas de voyeurs, la mayoría de ellos hombres, que miraban hipnóticos al escenario central. En él, una veintena de chicas posaban casi inmóviles, con poca ropa y sin ninguna gracia. Fuera, los policías hacían su ronda habitual por los bares de la zona, pero dedicaban unos minutos más a saludar efusivamente a los responsables del club. Era un sábado cualquiera en uno de los bares más conocidos del llamado Soi Cowboy, una callejuela situada en el centro de Bangkok, famosa por sus clubs de alterne.
La estampa no habría tenido nada de particular si no hubiera estado precedida por varios días de declaraciones en la prensa por parte de autoridades tailandesas que prometían, una vez más, el fin de la industria del sexo en el país. Esta vez la Caja de Pandora la había abierto el ministro de Turismo de Gambia, Hamat Bah, quien había recomendado a los turistas que buscaran sexo que se abstuvieran de ir al país africano y que escogieran Tailandia como destino de vacaciones. “No somos un destino sexual. Si queréis sexo, id a Tailandia”, aseguró el ministro, quien se disculpó días después, tras una queja formal del país asiático.
El Gobierno de Tailandia lleva años quejándose de su imagen de destino sexual que se forjó gracias a los soldados americanos que buscaban en la costera ciudad de Pattaya un placentero descanso durante sus campañas en la guerra de Vietnam. De Pattaya, la imagen, y los bares de alterne, se fueron expandiendo a otras zonas del país, incluida la capital, Bangkok. Y ahí siguen, dando servicio no sólo a turistas, sino también a muchos tailandeses que son clientes frecuentes de garitos que no salen en las guías de viajes y que suelen estar en calles más recónditas.
De ciudad del pecado a destino familiar: Tailandia quiere limpiar Pattaya
En el Baccara, destinado a turistas, cada una de las chicas que bailan en el centro lleva un número colgado que la identifica. Los clientes pueden llamarlas e invitarlas a unas copas. A cambio, ellas permiten unos toqueteos, pero la mayoría se marcha tras unos tragos. Sobre el escenario central, un techo de cristal desvela algo un poco más picante;una decena de chicas baila con una minifalda de colegiala y el torso desnudo. La perspectiva deja poco trabajo a la imaginación.
Durante años, las autoridades han insistido en que lugares como el Baccara son bares de entretenimiento, en los que no hay prostitución, oficialmente prohibida en el país. «Quiero que la gente vea que no somos como dicen. No estamos permitiendo la prostitución en estos sitios de entretenimiento», aseguró el año pasado Pakkaratorn Teianchai, gobernador de Pattaya, la principal meca del sexo en el país.
Las campañas suelen venir acompañadas de alguna redada a algún conocido burdel de la capital. El último fue el ‘Victoria Secret’, un burdel en el que, según la investigación policial, un centenar de mujeres inmigrantes de la vecina Myanmar habían sido forzadas a prostituirse. Pero no han sido los burdeles los principales culpables de la imagen de Tailandia, sino los bares como el Baccara, las chicas desnudas sobre los escenarios, los “ladyboys” y los ping-pong shows. Y sobre todo, las miles de mujeres que esperan en bares y clubes para ‘entretener’ a aquel que pague algunas bebidas y algo más.
Cambio de estrategia y zonas ‘libres de sexo’
La redada del Victoria Secret puso en evidencia, una vez más, que policía y otras autoridades suelen ser clientes habituales de este tipo de locales. La industria da además trabajo a unas 250.000 personas y en 2015, generó 6.400 millones de dólares, según Havoscope. Un gigante demasiado grande para desmantelarlo a base de redadas.
El Gobierno ha cambiado así de estrategia y se ha propuesto atraer a turistas más interesados en la cultura y tradiciones y, sobre todo, a mujeres. La campaña ‘Women’s Journey’ (Un viaje para las mujeres), lanzada hace dos años, ofrece rutas y descuentos especiales a mujeres. El 2018 ha sido además declarado el Amazing Thailand Tourism Year, una campaña centrada en la comida tailandesa y en el turismo rural.
La redada del Victoria Secret evidenció que policía y autoridades son clientes habituales. El sector generó 6.400 millones en 2015
El Ejecutivo acaba de aprobar además varios proyectos sobre turismo alternativo, uno para desarrollar una nueva zona turística de lujo en la costa sureste del país, llamado Tailandia Rivera, y otro de impulso del turismo local y sostenible. Según el Gobierno, la estrategia está surtiendo efecto y el turismo sexual ya ha descendido en el país, mientras que el número de mujeres turistas ha subido al 52% en 2016, frente al 42% en 2012. “Es algo del pasado”, aseguró el ministro de Cultura Veera Rojpojchanarat.
Sin embargo, en la ‘Walking street’ de Pattaya los reclamos sexuales y los bailes sensuales se sentían muy presentes hace tan sólo unas semanas. La ciudad con peor imagen de Tailandia fue el año pasado el objetivo de una campaña de limpieza en la que el Gobierno regional prometió instaurar ‘zonas felices’ libres de sexo, que apenas pueden identificarse entre el frenesí de carteles de neón y de “ladyboys” y chicas en ropa interior que seducen a los clientes. Porque lugares como Pattaya serán difícilmente recuperables. “Aquí tenemos mucha cultural local y tradiciones. Pero a la gente no le interesa. Pattaya es para el mundo sinónimo de sexo”, asegura Arunee Hothongkham, una guía local de Pattaya que intenta organizar circuitos alternativos.
El Gobierno también se ha mostrado más abierto a reconocer el problema. “Tenemos que admitir que el hecho de que hemos tenido esta reputación desde hace un tiempo”, aseguró el primer ministro tailandés, el general golpista Prayuth Chan-ocha, a los medios tras la polémica con el ministro gambiano. “Aún hay gente que hace este trabajo y tenemos que ayudar a solucionar sus problemas profesionales y de dinero. Y lo más importante, tenemos que ver si esas personas quieren cambiar de trabajo o no”, aseguró el primer ministro. Sin embargo, aseguró que no cejaría en su empeño. “Tenemos que hacerles entender que ese trabajo no está bien”, aseveró. “¡No lo hagáis!”.
Cortesía: elconfidencial.com