Jesucristo, Dios y hombre
«Soy lo que era. No era lo que soy. Me llaman a la vez Dios y hombre». (Traducción de una inscripción en latín del primer siglo de nuestra era).
–«Soy lo que era».
Esta primera declaración solo puede ser hecha por el Dios inmutable. En la primera parte de la Biblia se presenta de manera más conmovedora todavía: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14). Es Dios, el que subsiste desde siempre y para siempre; no cambia. Sigue siendo santo eternamente; nunca se adapta al mal. Pero también es eternamente amor. Su amor es para cada uno de nosotros. Dios ama a los hombres, a pesar de su gran rebeldía contra él.
–«No era lo que soy».
Eternamente Dios, Jesús pasó a ser lo que no era, es decir, un hombre. ¿Por qué? Debido al mal cometido por los hombres, el Dios santo pronunció sobre ellos una sentencia de muerte. El hombre había pecado; estaba condenado. Esta trágica situación condujo al Hijo de Dios a convertirse en “Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5), a llevar sobre sí mismo el juicio que nosotros merecíamos.
–«Me llaman a la vez Dios y hombre».
Jesucristo es Dios y hombre a la vez. Ha sido Dios desde siempre, pero es hombre desde su nacimiento en Belén, y guarda esa característica ahora que subió a su Padre. El cielo recibió al hombre perfecto, prueba de que recibirá también a todos los que hizo perfectos mediante su sacrificio en la cruz.