En un final de película, La Dolfina venció a La Ellerstina 14-13 en el chukker suplementario del 124ª Campeonato Argentino Abierto de Polo. La destreza de Adolfo Cambiaso fue decisiva a la hora de otorgarle el quinto campeonato al hilo a su equipo en La Catedral de Palermo. Sin embargo, una pieza fundamental a la hora de triunfar en este deporte, además de la capacidad técnica de los polistas, tiene que ver con la preparación de sus caballos. El proceso de entrenamiento conlleva una inversión y años de adiestramiento y práctica. A esto se le suma el riesgo de que, una vez finalizada la etapa, el animal no califica para disputar polo profesional por distintas circunstancias. Algunos criadores aseguran que un 30% de cada camada no llega a esta etapa.
El posible potencial del caballo comienza a pensarse desde antes de la gestación. Mientras que algunos afirman categóricamente que la genética tiene un papel clave a la hora de crear a un campeón, otros analizan que esta cuestión no es concluyente. «En el turf son rigurosos y estrictos, se basan en datos fehacientes. En cambio, en el polo, es todo subjetivo, ya que el rendimiento de un caballo también puede depender del polista o del público», explica Marcelo Bianchi, manager en Los Machitos donde producen alrededor de 80 ejemplares al año. Para Federico Gadea, dueño de la estancia La Violeta, la aptitud genética es fundamental y señala: «La única forma de asegurar que el producto va a ser apto para jugar al polo es que sus padres sean deportistas».
La reproducción natural perdió lugar en la producción de potrillos dado que los 11 meses de gestación y los seis meses de lactancia «anulan» a las yeguas, figuras estelares de los equipos de polo. Por eso, desde la década del 80, uno de los procedimientos más utilizados es el de transferencia embrionaria, método que tiene un costo aproximado de u$s 1.500 por embrión y le permite a los criadores obtener entre cinco y siete crías por año. «Se insemina a la yegua y a la semana se le quitan los embriones transfiriéndolos a una yegua receptora que se encarga de gestarlo, entonces a los 21 días podes volver a servir a tu yegua», asegura Bianchi. A la hora de elegir una receptora, Gadea expresa que la única condición importante es que «sea una buena madre».
Sin embargo, existe una tercera vía: la clonación. En la región, comenzó a desarrollarse, en 2010, y por cada clon hay que desembolsar entre u$s 100.000 y u$s 150.000, aunque, según afirman los criadores, la capacidad del animal está casi asegurada. Este año, el laboratorio de clonación Kheiron comenzó a trabajar en una nueva alternativa relacionada con la edición genética de los embriones de caballo.
Desde hace 25 años que la organización Los Machitos, ubicada en General Rodríguez, Provincia de Buenos Aires, se dedica a la cría de caballos para polo con la experiencia del ex jugador Mariano Aguerre, socio fundador del emprendimiento, como principal estandarte. «Trabajamos con 24 caballos por lote y cada año tenemos alrededor de seis lotes», detalla Bianchi. Una vez que nace el potrillo se inicia el imprinting, proceso por el cual se estimula al caballo de diferentes maneras para que se acostumbre a la presencia de las personas a su alrededor. Tras el destete, la cría comienza a consumir raciones diarias de alimento balanceado para que explote su potencial físico y genético. Durante esta etapa, la madre y el potrillo viven en una pensión cuyo valor promedia los u$s 1.000 por año. Luego llega la hora de la doma que cuesta en promedio unos u$s 2.000. «Este es un proceso muy artesanal. A los caballos que tienen mayor potencial los mandamos a un centro con gente especializada en polo, lo cual tiene un mayor costo. En cambio, a los que tienen menos estándar comercial los domamos nosotros», cuenta Gadea que, en La Violeta, produce entre 16 y 20 caballos de polo por año.
El costo de confeccionar un ejemplar apto para jugar de manera profesional es de aproximadamente u$s 12.500. Esta inversión, si bien puede generar grandes beneficios económicos, también conlleva un alto riesgo, ya que los caballos recién están capacitados para disputar «polo fuerte» recién a los siete años luego de un intensivo entrenamiento. Federico Gadea trabaja desde 2000 en su estancia localizada en Chajarí, Entre Ríos, y asegura que, en la mayoría de los casos, producir caballos no es un negocio rentable. «El polo es muy exigente, tienen que ser casi perfectos para que sirvan. Durante la doma ya te das cuenta si servirá para polo, en ese proceso le pones mucha plata al caballo y no podes invertir en uno que no tiene potencial», explica.
La hechura es una de las etapas más importantes en el transcurso de la formación de un caballo de polo. Ahí, el animal asimila poco a poco lo básico del juego, desde perderle el miedo al movimiento del taco hasta aprender a jugar con otros caballos alrededor. «En cada camada, siempre hay 4 o 5 ejemplares que te das cuenta que disfrutan el juego, esos tienen un plus sobre el resto», resalta Bianchi. Producir un campeón no es tarea fácil, ya que solo alrededor del 2% de la cría argentina llega a disputar el Abierto Argentino de Polo, máximo certamen a nivel mundial. De todos los potrillos que nacen en cada establecimiento, los criadores afirman que cerca del 30% no devuelven la inversión. Sin embargo, quizá uno de ellos formará parte del selecto grupo dentro del palenque de uno de los mejores polistas argentinos.